Wednesday, July 26, 2006

Con el poeta chileno Carlos Trujillo


Poesía y poetas hispanoamericanos en Estados Unidos
Viaje al país de la lengua
Ganador del Premio Pablo Neruda en 1991, Carlos Trujillo es un poeta y literato chileno que hace poco presentó su poemario Palabras en Lima. Asimismo, nos ofreció un punto de vista distinto sobre las relaciones poéticas entre América Latina y el gigante del norte. Siempre ha existido un gran contacto entre poetas chilenos y peruanos. El país que nos une es la lengua. Perú es un país de tradición poética, de modo que su poesía nunca ha dejado de estar en buen pie.

Por: Daniel Contreras M. 
Es chilota. Es decir, chilota de Chiloé, isla a mil 200 kilómetros al sur de Santiago. Lo que significa doble aislamiento: en la periferia de la periferia, frente al todopoderoso centralismo de la capital, un eterno provinciano de Castro entre culturas diferentes. Carlos Trujillo posee una asombrosa hoja de vida en lo referente a la creación, difusión y docencia poética, tanto en su país como en Estados Unidos.

Desde las difíciles épocas de la dictadura se ha dedicado a abrir campos. Primero fue la arremetida en Santiago de la poesía hecha en provincias y actualmente, siguiendo la misma esencia, se ha dedicado a introducir la creación poética de esta parte del continente en la enseñanza universitaria estadounidense, al igual que varios peruanos. Considera que, pese a las diferencias que las fronteras y las distancias nos obligan a vivir, los latinos llevamos dentro un país común, que es nuestra lengua.
De isla chica a isla mayor
¿Cómo sobrevive la poesía en español en un país donde conviven tantos idiomas y culturas?
–Te diría que no sólo sobrevive, sino que hay un crecimiento geométrico. Un ejemplo: el Departamento de Lenguas Clásicas y Modernas de la Universidad de Villanova, donde enseño, tiene diez lenguas y éstas, una cantidad de miles de estudiantes. Pero el español es más del cincuenta por ciento de todo. Es decir, las otras nueve lenguas no logran llegarle ni a la mitad; por lo tanto, no hay competencia.
Además, el crecimiento de la población hispana en Estados Unidos es enorme, obligando a los norteamericanos anglosajones a incluir, por fines laborales, el español en sus estudios. Eso implica que el interés por la lengua sea mayor, creando la necesidad de más académicos en las universidades.
Afortunadamente, la mayor parte de estos profesores es hispanoamericano y escritor; en su mayoría, son poetas peruanos, chilenos y argentinos. Uno hace siempre lo que más le gusta, de modo que la promoción de la poesía es permanente, así como el interés por conocer más y más nombres.
¿Por parte de los estudiantes estadounidenses?
–Absolutamente. Para ello se deben romper tabúes, como el que la poesía es difícil. Cuando llegué a la Universidad de Pennsyilvania, recuerdo que le dije al jefe de departamento, un argentino, que quería iniciar un taller literario. “Mirá, Carlos, sé que has tenido talleres exitosos en Chile, pero acá la gente tiene otros intereses”, me respondió. Pasó un mes, teníamos tres talleres y se publicaba una revista. En Villanova, donde ocurrió lo mismo, el número de estudiantes máximo permitido por clase es de veinte.
En un año tuve cuarenta y dos. No me dividieron el curso y nunca en nuestro departamento hubo una clase tan grande estudiando poesía hispanoamericana. Hemos roto amarras, pese a que son muchachos que no trabajan en su lengua materna.
Al año dicto por lo menos dos cursos de poesía en los que nunca faltan mis grandes maestros: Vallejo y Huidobro. Es tanto el interés por los autores, que por primera vez en mi vida de profesor he terminado un curso para el programa graduado y el de pregrado, en el que tuve que sacarlos para que entre, por ejemplo, Roberto Juarroz. Creo que el estudio y el conocimiento de la poesía latinoamericana en general están en buen pie.

¿En el plano personal, es difícil para un poeta latinoamericano trabajar en Estados Unidos?
–Sí y no. Mi gran angustia inicial fue: ¿por qué tengo que ir a darle clases a los estadounidenses? Pero al darlas, confirmé que el profesor es profesor y que sus estudiantes son estudiantes sin apellidos ni nacionalidad.
Empecé a comprenderlos y luego a quererlos, porque me di cuenta de que los pobres –sin ironías– muchachos norteamericanos nunca han descubierto las enormes falencias de su educación. No saben nada del resto del mundo y nunca han oído de la política externa de su país. Para ellos es un golpe descubrir que se les ha negado una parte importante del conocimiento del mundo. No sabes cómo, al saberlo, lo reconocen y los transforma.
Así que en vez de pensar que estoy dando clases en un país agresivo, que nos ha tratado permanentemente mal, a estudiantes que irán a tratarnos probablemente de la misma manera, pienso que no, que tenemos la posibilidad mediante los profesores latinoamericanos y extranjeros que no se olvidan de dónde provienen, de enseñarles en sus propias aulas lo que es su país y cuál es la verdadera historia.

¿Cómo percibe la poesía peruana?
–Más allá de diferencias creadas por la política e intereses económicos y nacionalistas, siempre ha existido un gran contacto entre poetas chilenos y peruanos. El país que nos une es la lengua. Perú es un país de gran tradición poética, de modo que su poesía nunca ha dejado de estar en buen pie. Al igual que los mexicanos, poseen una gran base histórica: la belleza de las materias vividas a lo largo de su historia. En esa base sólida la poesía no tiene por qué decaer.
Existen poetas de buen nivel y el nivel no lo hace uno. Un poeta no nace del vacío, debe tener una plataforma de la cual lanzarse. Tengo la más completa seguridad de que la poesía en el Perú seguirá por los cauces que abrieron los grandes. Y no lo digo porque estoy en su país.
(Identidades, diario El Peruano Edición 91. 22 de agosto, 2005)

1 comment:

Anonymous said...

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