Tuesday, October 03, 2006

Desde las orillas de Ritoque


Ciudad Abierta, una experiencia de radical construcción en Chile
La arquitectura por conocer
En una extensión de más de 200 hectáreas ubicada en la playa chilena de Ritoque –entre Valparaíso y Viña del Mar–, Ciudad Abierta se erige como un proyecto “vivo y comunal”, producto de un nuevo concepto de arquitectura y de poesía. Fundada por una pléyade de creadores, es un proyecto de larga data, potente y, a la vez, valiente.

Por: Daniel Contreras M.


I
Estoy en el lugar donde el sentimiento se transforma en construcción. He recorrido a buena velocidad, y hacia el norte, la calurosa y moderna costa chilena ubicada entre Valparaíso y Viña del Mar, hasta llegar a la playa de Ritoque. Un modesto letrero, perdido entre el follaje del camino que dice Corporación Amereida, y una blanca reja electrónica abierta mediante clave son el escueto recibimiento al proyecto artístico más representativo, antiguo y consolidado de América Latina: Ciudad Abierta.
Ideado como un espacio de vida y de trabajo colectivo para poetas, filósofos, escultores, pintores, arquitectos, diseñadores y obreros, su nombre evoca al título de la película Roma, ciudad abierta, de Roberto Rosellini. Pero no estamos ante la ciudad bombardeada, sino ante una urbe ideal, donde en sólo 270 hectáreas se erigen una serie de construcciones en las que el experimento con los materiales y los conceptos poéticos, filosóficos y matemáticos se funden. Ciudad Abierta, para quien la visita, representa a la par una propuesta de sociedad y, a la vez, una propuesta para la sociedad.
En la entrada nos espera Fernando, un arquitecto residente desde hace cuatro años en Ciudad Abierta y el encargado de explicarnos en qué consiste todo esto. “Amereida es un poema épico. Es la reunión de la Eneida de Virgilio con América, una naciente visión del continente en que vivimos, la Eneida de América como modo de re-originar y de destinar a nuestro continente”, sostiene.
II
El propio norte americano
Es inútil: esta época estéril no me retendrá. Mi siglo es para mí un azote. Yo aspiro a los campos verdes de la vida y al cielo del entusiasmo. Friedrich Hölderlin
El origen de Ciudad Abierta como concepto se remonta a la década de 1950. Un grupo de filósofos, arquitectos y poetas, liderados por Alberto Cruz Covarrubias y el vate argentino Godofredo Iommi, llega de Santiago a Viña del Mar (a diez minutos de Ritoque) contratado como profesores de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Valparaíso. Tras decidir generar su espacio propio hacia 1969, adquirió un lote de terrenos anexos al mar. Su apertura se realizó un 20 de marzo, fecha que rememora la muerte del deslumbrado poeta Friedrich Hölderlin.
“En esta relación entre poesía, vida, trabajo y estudio se nos daba todo unido. Y pensamos cómo podíamos continuar ese régimen. En un principio, pensamos en una especie de Bottegga, como las del Renacimiento. De ahí pasamos a la ciudad abierta. Un día surgió esa posibilidad de irnos a vivir a un lugar que manifestara todo esto. Porque en la poesía, en su fondo, indica que existe algo que siempre permanece desconocido. Si pensábamos encontrar nuestro propio lugar, en la búsqueda nos encontraríamos con lo desconocido. Y el que manifiesta poéticamente ese desconocido, para América, es el océano Pacífico. Por eso nos colocamos al borde de él”, responde años después el arquitecto Cruz en una entrevista.
La formación de una cooperativa fue lo primero: Amereida, que luego en 1998 derivó a corporación cultural, con el fin de abrirse a todos los interesados. El proyecto va más allá del círculo de sus fundadores. Asimismo, se producen las ya míticas travesías de Amereida, verdaderas experiencias poéticas y geográficas que llevaron a sus integrantes, por primera vez en 1965, a recorrer el continente desde la Tierra del Fuego a Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, celebrando actos y construyendo pequeñas obras. Desde entonces, año a año, los talleres de Ciudad Abierta realizan nuevas travesías que Fernando comenta entusiasmado.
Amereida, la Eneida de América. “El mundo recién se completó cuando se descubre América”, sostiene nuestro anfitrión, “y la Ciudad Abierta nace no con la visión de América según el Norte y el Sur convenido hoy en día, sino con su propio norte pensado y trazado a partir de una nueva reorientación”. Amereida I y II son también un par de poemas escritos en 1965 que resumen todas estas expectativas, así como las nociones del mar interior que se propone. Amereida I y II han sido fundamentales en la orientación e inspiración de Ciudad Abierta para su búsqueda de la unidad en todo sentido.
III
Gran libertad de imaginación
Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida. César Vallejo
En Ciudad Abierta, los principios de la corporación desde la época primera hasta la actualidad en cierta manera son los mismos: una urbe autogestionaria donde se trata de “cambiar de vida, más no de mundo”. De respetar la naturaleza virgen y de no convertirla en paisaje. De hacer de la docencia y del oficio mismo de la arquitectura una materia abierta a todas las expresiones. Así, este proyecto ha devenido en un real modo de vida, trabajo y estudio para muchas personas. Una aventura que abre nuevos caminos de emancipación para la arquitectura.
Los alumnos de la Universidad de Valparaíso que hayan decidido asistir a Ciudad Abierta participan activamente en su permanente construcción mediante los talleres de obra. Además, cuentan con un laboratorio de prototipos para formular en objetos dichos proyectos. Asimismo, cada miércoles asisten a la asignatura de Cultura del Cuerpo, toda una jornada de ejercicios en una canchita cercana que Fernando nos señala.
Las Ágoras son las primeras obras levantadas en Ciudad Abierta. Luego llegaron los talleres, posteriormente las hospederías, el espacio íntimo, donde se alojan los residentes y sus familias, sean chilenos o extranjeros, estudiantes o profesores. En realidad, la mayor parte proveniente de las escuelas de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Valparaíso.
También se erigieron otros edificios, como la recuperada sala de música, y en la parte alta de la ciudad, diversos espacios públicos, entre ellos el anfiteatro o el extraordinario y bellísimo cementerio en ascensión hacia la montaña. Aquí, el camposanto tradicionalmente concebido rompe todas sus leyes. Su capilla aledaña: mínima construcción compuesta por unos troncos que como postes sostienen largas filas de telas como techo. La cruz, casi invisible por estar hecha de dos finas y largas tiras de madera, nos recuerda y devuelve el sentido religioso que, a la vez, se confronta magníficamente con el poético, porque todo está construido con el lenguaje múltiple de la poesía, de la plástica, el diseño y de la arquitectura. Construcciones simbólicas en un espacio existencial.
Goethe decía que la arquitectura es música congelada. Heidegger que todo arte es, en esencia, poesía. Y es la poesía la encargada de darle forma a las visiones de Amereida y de Ciudad Abierta, configuradas a través de diversos y famosas acciones realizadas desde principios de la década de 1970.
¿Cuál recuerda como especialmente significativa? El interrogado es nuevamente Alberto Cruz en una entrevista. “El de la Plaza de Armas de Santiago. Porque los actos poéticos siempre van revelando el destino de la ciudad y allí le revelaron los terremotos, lo que significaban para la vida de Santiago y la concepción de la ciudad; y cómo la adversidad se puede transformar en lo favorable. Se hizo un juego con unas enormes cartas que hicieron los poetas y las palabras iban formando casi un poema que se ponía en unos lienzos”.

IV
Hasta prontoEl mar se ubica a escasos metros. Los obreros trabajan en los alrededores. Una a una, distanciadas por dunas y pequeños bosques y cerrillos, se levantan las casas construidas y las que se hallan en plena obra, coherentes, atractivas, en un juego de materiales disímiles. Existe en Ritoque un ingenio que reinventa el oficio mediante la experimentación de técnicas arquitectónicas, como las columnas vaciadas en material textil, las casas que flotan sobre un piso de cerdas, las nuevas formas del cemento, del ladrillo, del uso de la luz. Cada edificio es un experimento de libertad, pues su edificación no estaría permitida en otra zona del país.

“Existen innumerables normas a las que las construcciones están sujetas para aprobar las exigencias de los municipios chilenos”, puntualiza Fernando.
Pero las normas también existen aquí. Vivir en Ciudad Abierta, ser socio de la Corporación Amereida, aprender y edificar en Ritoque implica tener un gran nivel de desprendimiento: nadie es dueño de sus obras, cada aporte y construcción que se realice es una donación para el proyecto. Cada habitante crea la ciudad -a la manera de Marcel Duchamp- reutilizando los materiales que tenga a mano en contravención a lo frío y monumental de las grandes ciudades.
Ciudad Abierta es considerada a nivel mundial una reforma académica en la arquitectura latinoamericana, comandada por una nueva propuesta pedagógica y creativa. Uno de los fenómenos culturales más interesantes y observados, en el ámbito sudamericano, a partir de la producción colectiva y organizada.
Ante la complejidad que plantean las ciudades contemporáneas, sobrevive, enfrentando peligros y juegos de presión como los comentados por el anfitrión a la hora de la despedida: “Los resorts aledaños han visto estos terrenos como ideales para sus propósitos”.
Ciudad Abierta, a casi medio siglo de su creación, continúa siendo una visión. Nosotros muy bien la podemos compartir.

(Del suplemento Identidades del diario El Peruano. Edición 103. 6 de marzo, 2006)

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