Tuesday, November 21, 2006

Sigue el homenaje a Víctor Humareda



Carlos Enrique Polanco rememora sus visitas a Humareda
El culto al garabato
“El amor a la pintura me lo inyectó Víctor Humareda”, señala firmemente el pintor Carlos Enrique Polanco quien al igual que el artista del Hotel Lima, bebió de las fuentes del expresionismo. Pero al mismo tiempo una amistad sincera es el vaso conector que une la vida de Polanco con la de Humareda. Y que convierte ambas producciones en indesligables.
Por: Daniel Contreras M.

El plano humano es el que Polanco desea resaltar en esta ocasión. Por eso desde su taller ubicado en un breve jirón de Barranco, busca en la memoria a quien conoció en 1975, apenas ingresado a la Escuela de Bellas Artes.

Lo que más recuerdo es cuando tomábamos manzanilla en el Hotel Lima. Y lo hacíamos en el restaurante de abajo porque paraba enamorado de la hija de la dueña, que era una huancaína bien guapa”, rememora.

Según Polanco, algo debió de haber visto Humareda en el arte de aquel muchacho que recién se iniciaba. Que se acercó un día a conocerlo y posteriormente llegaba en religiosas visitas de dos veces por semana hasta el hotel de La Parada.

Y se hizo mi amigo desde ese día en la ENBA”, agrega, “conversábamos, me daba consejos y hasta se compadecía, pues él pagaba la manzanilla. En los 80 los estudiantes de pintura llevábamos una vida que rayaba con lo miserable, y ahora que veo hacia atrás me doy cuenta que el invitarme esa manzanilla era para él un sacrificio, no por tacaño, sino porque no tenía. Vivía al día, económicamente hablando”.

Su gran tragedia era la cobranza –en muchísimas partes– por la venta de las pinturas, recuerda Polanco. “La gente se aprovechaba mucho. No comprendían que vivía de eso, por eso, que te regalara un cuadro era casi imposible”.

Recuerda asimismo cómo el administrador del hotel (“una rata”) detestaba a Humareda obligándolo después de 30 años de haber vivido ahí a pagarle diario por su cuarto. Todo eso y más es el artista que su memoria se resiste a olvidar, transcurridos dos década de su muerte. “Mi deuda con él es más humana que pictórica”.

Revalorizado
“Creo que todos los pintores expresionistas nos comunicamos en algún momento cuando miramos hacia los maestros como Van Gogh, Tolousse Lautrec, Gauguin”, Polanco niega así que haya sido discípulo de Humareda. “Él no tuvo discípulos. Se aprendía viéndolo pintar. Las enseñanzas que me dio fueron más que nada orales, mediante las cuales despertó en mí ese inmenso amor por la pintura que consideraba un real magisterio”.

Descubrió así en Polanco el “culto al garabato”, aquella frase que Humareda le repetía cada vez que hablaba de su oficio.

Cuando pienso en él, veo su nombre con letras mayúsculas en la plástica peruana. Es increíble que no exista en algún museo nacional una sala dedicada a su pintura”.

Hoy la obra de Humareda, según Polanco, goza de una revalorización. “Sus cuadros los vendía a 300 dólares. En la última subasta del Museo de Arte una obra suya alcanzó los 8 mil dólares. Es evidente que lo vemos con mejores ojos”.

Ha marcado su destino
Pero al mismo tiempo algo sucede con el legado del pintor. Y es la execrable profusión de falsificaciones surgidas en el ambiente. “Es el más copiado. Y lo peor, que son copias burdas. Ahora cualquier mamarracho es un Humareda y eso es algo que da cólera. Él reunía una gran pasión por el arte con un extraordinario dominio de la técnica”.

Marcó su destino y así fue feliz, sentencia Polanco. Amaba vivir como vivió porque pensaba que de esa manera lo hicieron sus maestros en la historia del arte. “Estaba convencido de que el arte era el pasado y que el presente era una m… que no valía la pena”.

Y si bien en vida no tuvo muchos éxitos “comerciales”, logró ganarse la posteridad. Se convirtió en un pintor que no va a desaparecer de la conciencia colectiva. Humareda es para siempre”. Pues totalmente de acuerdo.

(Suplemento Variedades, diario El Peruano, martes 21 de noviembre de 2006)

1 comment:

Anonymous said...

Y Humareda se hizo humo.
¿quién le paró pelota?
¡ni un gol carajo!

Bailemos sobre su tumba.