Tuesday, November 21, 2006

20 años sin Humareda o De cómo el portero del Hotel Lima se hizo pintor


(Hotel Lima en la Av. 28 de julio, La Parada )
Hoy martes 21 de noviembre se cumplen exactos 20 años de la muerte del pintor Víctor Humareda. El diario El Peruano ha lanzado con esta ocasión un suplemento especial del suplemento Variedades. Consigno a continuación tres articulos por mí allí publicados. Un modesto homenaje a un punto clave en la historia del arte peruano.
La sombra del maestro
Una amistad de veinte años sólo rota por la muerte del maestro. Mario Sierra, quien fuera portero del Hotel Lima de La Parada donde Víctor Humareda vivió hasta sus últimos días, recuerda el tiempo en compañía del artista, narrando el cómo se hizo discípulo suyo.
Por: Daniel Contreras M.



“Gracias a él ahora soy pintor en la especialidad de arlequines y paisajes al estilo Humareda”, explica Mario Sierra calificando su arte como el mejor homenaje al amigo, a esa persona que aparte de su padre podía darse el lujo de llamar “papá”.

Corría diciembre de 1966 y en el Hotel Lima la gente lo llenaba de preguntas pues recién había llegado de París. ¿Por qué te has regresado tan pronto? ¿Conociste a Pablo Picasso?. Y el decía: Tacora es mejor que París. Yo deseaba hacerle las mismas preguntas pues siempre me llamó la atención verlo pintar en la azotea. Un día en el cuarto 283 estaba sentado solo, me acerqué y le saludé”.

Sierra recuerda que Humareda creyó que era de Puno. Soy de Andahuaylas, respondió el joven portero. “¿Y conoces a José María Arguedas?, porque yo si lo conozco, me dijo. A partir de ese día algo nos unió. Yo lo buscaba o él a mí. Casi a diario nos veíamos pues me nombró ayudante en su taller”.

Ese mismo cuarto del hotel que ahora es galería de ropas, ronda perennemente la mente de Mario Sierra. “Mi gran sueño es hacer de esa habitación un pequeño museo-memoria con puerta de vidrio, fotos y cuadros suyos, así cómo el caballete que aún guarda el señor Eduardo Moll. Espero que alguna entidad interesada me apoye en este proyecto”. Luego nos cuenta que los escenarios de sus aventuras fueron casi siempre los mismos: la Quinta Heeren, los Barrios Altos, el bar Palermo –no necesariamente tomando una cerveza–, el burdel La Nené y el mítico Cinco y Medio.

(Mario Sierra)
Pero nació pintor
Natural de Uranmarca, Sierra como muchos inmigrantes tuvo que sobrevivir de muchas formas. Fue ayudante en una marmolería, cocinero en una mina, mayordomo, bailarín folclórico, boxeador y fabricante de escobas. Inclusive, conocido como el Trovero de los Andes, deleitó en peñas y ferias vernáculas. De allí nació su faceta de productor de discos.

Pero la labor que cambiaría su vida sería la de portero en el Hotel Lima, en el sucio corazón de La Parada.

Como era un hotel salían decenas de parejas con esas manchas rojas en los cuellos que llaman “chupetones”. Humareda me dijo un día “mira, fíjate en eso, con el tiempo se vuelve cáncer. Cuídate. No te vayan a morder las chicas, y se reía a carcajadas”, sostiene.

Sierra cuenta que el administrador del Hotel Lima a quien llamaban “El cajero apolillado” era el único que traba mal a Humareda. Siempre quería que pague por adelantado su habitación y su diario deseo era sacarlo. “La única vez que hizo algo bueno es cuando evitó que supuestos familiares del maestro arrasen al día siguiente de su muerte con el cuarto. Les exigió una orden judicial que en ese momento no tenían pero que luego consiguieron. Buscando sus libretas de ahorros botaron casi todo a la basura, su ropa, sus corbatas, bocetos y las libretas de apuntes llenas de citas y sentimientos”.

Escarbando entre los deshechos Sierra pudo rescatar algo de todo ello, restos que aún atesora con especial cariño. Pero la herencia maravillosa del oficio artístico la lleva más adentro.

Le dije que me recomiende con sus amigos de Bellas Artes. Pero me respondió: no seas tonto. Para qué quieres ir la escuela, allí no tendrás libertad. Mejor observa, en la práctica está la cosa. Busca la libertad, mi amigo”.

Un recuerdo más qué importaEra un día martes a finales de noviembre de 1986. Son las cinco de la tarde y el maestro aparece y ya no habla. Escribe en un papel diciéndome: ayúdame a terminar con el cuadro de la Quinta Heeren que debo entregar al Banco Central de Reserva, los faroles están muy claros, los quiero más oscuros”, cuenta Sierra esta historia que debe haber narrado de manera infinita.
Arriba, tras jugar con el violeta y conseguida la aprobación del discípulo, Humareda firmó el lienzo y lo remató con dos palmadas en su hombro. “Al día siguiente era mi jornada libre, cuando regreso el jueves me dicen “se han llevado a tu papá al hospital”. A la hora del almuerzo cogí un taxi pero ya no pude verlo debido a un problema con los pases. El jueves ya estaba muerto”.

¿Qué porque pudo darle aquel tumor en el cuello si ni siquiera fumaba ni tomaba?. Sierra tiene una explicación muy personal y extraña.

Yo creo que es consecuencia de que siempre se frotaba con un paño la zona donde le ubicaron el tumor. Fuerte se sobaba hasta que le quedaba bien rojo. Yo le decía maestro, no se sobe tan duro que se va a hacer daño. Es que mi camisa se ensucia a cada rato, me decía”.

Humareda reposa en el cuartel Desiderio, nicho 47-D del cementerio Presbítero Maestro, hasta donde Sierra va algunas veces a visitarlo. El nuevo pintor de arlequines vive en Santa Anita, cerca de la maderera Humareda, propiedad de los primos del pintor. Han pasado veinte años, pero sigue soñando con el maestro, en lienzos que termina y deja para la sola visión de su discípulo.

(Suplemento Variedades, Diario El Peruano, martes 21 de noviembre de 2006)

Sigue el homenaje a Víctor Humareda



Carlos Enrique Polanco rememora sus visitas a Humareda
El culto al garabato
“El amor a la pintura me lo inyectó Víctor Humareda”, señala firmemente el pintor Carlos Enrique Polanco quien al igual que el artista del Hotel Lima, bebió de las fuentes del expresionismo. Pero al mismo tiempo una amistad sincera es el vaso conector que une la vida de Polanco con la de Humareda. Y que convierte ambas producciones en indesligables.
Por: Daniel Contreras M.

El plano humano es el que Polanco desea resaltar en esta ocasión. Por eso desde su taller ubicado en un breve jirón de Barranco, busca en la memoria a quien conoció en 1975, apenas ingresado a la Escuela de Bellas Artes.

Lo que más recuerdo es cuando tomábamos manzanilla en el Hotel Lima. Y lo hacíamos en el restaurante de abajo porque paraba enamorado de la hija de la dueña, que era una huancaína bien guapa”, rememora.

Según Polanco, algo debió de haber visto Humareda en el arte de aquel muchacho que recién se iniciaba. Que se acercó un día a conocerlo y posteriormente llegaba en religiosas visitas de dos veces por semana hasta el hotel de La Parada.

Y se hizo mi amigo desde ese día en la ENBA”, agrega, “conversábamos, me daba consejos y hasta se compadecía, pues él pagaba la manzanilla. En los 80 los estudiantes de pintura llevábamos una vida que rayaba con lo miserable, y ahora que veo hacia atrás me doy cuenta que el invitarme esa manzanilla era para él un sacrificio, no por tacaño, sino porque no tenía. Vivía al día, económicamente hablando”.

Su gran tragedia era la cobranza –en muchísimas partes– por la venta de las pinturas, recuerda Polanco. “La gente se aprovechaba mucho. No comprendían que vivía de eso, por eso, que te regalara un cuadro era casi imposible”.

Recuerda asimismo cómo el administrador del hotel (“una rata”) detestaba a Humareda obligándolo después de 30 años de haber vivido ahí a pagarle diario por su cuarto. Todo eso y más es el artista que su memoria se resiste a olvidar, transcurridos dos década de su muerte. “Mi deuda con él es más humana que pictórica”.

Revalorizado
“Creo que todos los pintores expresionistas nos comunicamos en algún momento cuando miramos hacia los maestros como Van Gogh, Tolousse Lautrec, Gauguin”, Polanco niega así que haya sido discípulo de Humareda. “Él no tuvo discípulos. Se aprendía viéndolo pintar. Las enseñanzas que me dio fueron más que nada orales, mediante las cuales despertó en mí ese inmenso amor por la pintura que consideraba un real magisterio”.

Descubrió así en Polanco el “culto al garabato”, aquella frase que Humareda le repetía cada vez que hablaba de su oficio.

Cuando pienso en él, veo su nombre con letras mayúsculas en la plástica peruana. Es increíble que no exista en algún museo nacional una sala dedicada a su pintura”.

Hoy la obra de Humareda, según Polanco, goza de una revalorización. “Sus cuadros los vendía a 300 dólares. En la última subasta del Museo de Arte una obra suya alcanzó los 8 mil dólares. Es evidente que lo vemos con mejores ojos”.

Ha marcado su destino
Pero al mismo tiempo algo sucede con el legado del pintor. Y es la execrable profusión de falsificaciones surgidas en el ambiente. “Es el más copiado. Y lo peor, que son copias burdas. Ahora cualquier mamarracho es un Humareda y eso es algo que da cólera. Él reunía una gran pasión por el arte con un extraordinario dominio de la técnica”.

Marcó su destino y así fue feliz, sentencia Polanco. Amaba vivir como vivió porque pensaba que de esa manera lo hicieron sus maestros en la historia del arte. “Estaba convencido de que el arte era el pasado y que el presente era una m… que no valía la pena”.

Y si bien en vida no tuvo muchos éxitos “comerciales”, logró ganarse la posteridad. Se convirtió en un pintor que no va a desaparecer de la conciencia colectiva. Humareda es para siempre”. Pues totalmente de acuerdo.

(Suplemento Variedades, diario El Peruano, martes 21 de noviembre de 2006)

Termina el homenaje a Víctor Humareda

(Óleo de Luis Jose Estremadoyro)
Luis Lama:
“A veces es preferible el mito que el olvido”
En octubre de 1986 el curador y crítico de arte Luis Lama organizó en la galería del centro cultural de la Municipalidad de Miraflores lo que fue la última exposición en vida de Víctor Humareda. Hoy, 20 años después de su muerte, reflexiona sobre el artista a través de una breve conversación.


“Si tuviera que definir a Humareda, diría que fue como un niño. No creía en los éxitos ni en los halagos. Su renuncia a muchas cosas es muy respetable así como su capacidad de vivir una realidad que él mismo creó y sobre todo, se creyó y con la cual su obra se halla comprometida.

Él hubiera podido elegir otro tipo de mundo y ganar mucho dinero, pero aún así fue fiel a sí mismo y eso merece, como digo, mucho respeto. Si fuera psicoanalista diría que sus orígenes lo marcaron mucho, y que el hecho de venir del interior del país, estudiar en Bellas Artes, enamorarse de una persona muerta como Marilyn Monroe, de ganar un premio para irse a París y regresar antes de un mes sólo para irse a vivir a un hotel de La Parada, indica mucho de su personalidad. Él creaba su propio mundo y se refugiaba en ese cuartito cuya mitad la ocupaba la cama y en la otra mitad pintaba. Su ambición era vivir la vida y el arte fue su mejor refugio.

Fue en definitiva un artista clave dentro de la plástica peruana. Por lo menos debió morir en un estado de mayor comodidad. Pero es que Humareda se dejó explotar debido a que no le interesaba la parte económica, le interesaba vivir su propia vida y la vivió de manera muy intensa. Es ese tipo de personas que cuando mueren no te da pena pues uno se dice: ese hombre vivió a plenitud, fue un hombre feliz.

Ya desde un punto de vista artístico, Humareda, ubicado en el contexto de los setenta y ochenta poseía una pintura notable pero también con altibajos. No fue un pintor analítico donde todo lo que hacia le salía bien, eso no existe. Hay una obra de Humareda que es mejor no exhibirla y hay otra que es notable para cualquier museo de cualquier parte del mundo. Y lo notable de Humareda es esplendido, sobresaliente.

Como todo artista tenía sus puntos débiles. No fue un pintor con una obra pareja y es mejor que no lo haya sido. El artista de altibajos llega a producir en sus momentos más altos obras maestras que resultan inolvidables y es el caso de Humareda.

De todos sus seguidores, considero que el más notable es Carlos Enrique Polanco. Incluso creo que es un artista de nivel que logró superar al maestro, lo cual es lo deseable y lo necesario para que las nuevas generaciones superen a las anteriores. Y decir que Polanco es superior no es nada contra Humareda, al contrario, pues que el discípulo de uno sea superior a uno mismo, es la mejor forma de dejar huella.”

A veces es preferible el mito que el olvido. Pero es necesario que las nuevas generaciones conozcan la obra de Humareda. Básicamente es un asunto de educación. Debemos evitar esa perdida sintomática de la memoria que nos aqueja para con nuestros artistas, algo que resulta desconsolador”.
(Entrevista: Sophia Durand / Transcripción: D.C.M.)
(Suplemento Variedades, diario El Peruano, 21 de noviembre de 2006)

Thursday, October 26, 2006

Caricaturas a inicios del siglo XX

Pedro Challe o el "Tex Avery peruano"

La caricatura política en el Perú goza de nuevas revisiones históricas. Recuerdo no hace mucho una muestra en el Colegio Real, propiedad de la Universidad de San Marcos, centrada en ejemplos provenientes de los años 20 del siglo XIX hasta la década del treinta pero del S. XX. Igualmente, no hace mucho la Biblioteca Nacional publicó un estudio acerca del periodo clásico de nuestra caricatura (1900-1930). En estos años, la prensa peruana vio surgir a verdaderos genios del dibujo humorístico social, especialmente del político.

La existencia en aquel entonces de diversas revistas y diarios favoreció su desarrollo y trabajo: Actualidades, Mundial, Don Lunes, Fray Kbezón, Fray, El Mosquito, Monos y Monadas, Gil Blas, El Fígaro, El Hombre de la Calle, ¿Está usted bien?, Variedades, y periódicos como El Comercio, La Prensa y La Crónica. Todas, tribunas de crítica política para grandes humoristas gráficos como Pedro Challe, Holguín Lavalle, Marcoz o Julio Málaga Grenet. Incluso Abraham Valdelomar participó en sus inicios como caricaturista.

De Pedro Challe, uno de nuestros primeros historietistas –de quien se dice descubrió su vocación tras dilapidar una herencia viajando por todo el mundo– una pequeña revisión de sus monos abecedáricos en el tan personal Diccionario de la Lengua Castellana, y las nerviosas agresividades (propias de un posterior Tex Avery, claro que, salvando distancias entre la animación y el dibujo) que nos podían acontecer caminando alegremente por las calles de Lima allá en los años 20.





















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Tuesday, October 24, 2006

En P. Salaverry suceden cosas extrañas

Pescador de hombres

No pude evitar el colgar esta noticia.

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(Tomado del periódico Vespertino Satélite, Trujillo, 2006)

Sunday, October 22, 2006

La sociedad de los pintores muertos

Las grandes (y desechadas) utopías artísticas
Ya nadie recuerda a la antigua Sociedad de Bellas Artes. Se ubicó en la calle Mercaderes Nº 426 (Telef: 2680) en lo que es hoy la cuarta cuadra del Jirón de la Unión, es decir la anexa a la Plaza de Armas, cerca a la antigua sastrería Atenas de propiedad del padre del pintor Aquiles Ralli. En esa calle donde estuvo el antiguo Hotel Cardinal y es hoy la Hostal Rucus. Allí donde Eugene Courret instaló su mítico estudio fotográfico y los bisabuelos de los de más de sesenta tenían el Café Anglais. Fundada el 2 de junio de 1916, fue, en palabras de sus miembros “una asociación nacional compuesta de artistas y personas que propenden el fomento y desarrollo, educativo y técnico, de la pintura, escultura, arquitectura artística, dibujo natural y lineal, en cualquiera de sus formas, así como de otros ramos importantes de las bellas artes”.
Pero ojo, no la vayamos a confundir con la antigua Sociedad de Bellas Artes que en diciembre de 1872 estableciera Manuel Pardo en el otrora Palacio de la Exposición. Nuestra Sociedad de Bellas Artes tuvo durante algún tiempo importante papel en la actividad artística de la primera mitad del siglo XX en Lima, sobre todo a través de sus Salones. En ellos se dieron las primeras exposiciones de artistas como Vinatea Reinoso (1921) y donde Sérvulo expone por primera vez una obra suya (1941). Asimismo, la Sociedad otorgó importantes premios, como los entregados en 1951 y 1953 a Carlos Quizpes Asin.
Epilogo. Desaparecida en el tiempo, al igual que los fundamentos y fines que perseguía: la unión y solidaridad de los artistas nacionales; su amplia protección personal en caso de enfermedad o muerte y fomentar el estímulo general del arte tratando de formar arte netamente nacional. Eran otros tiempos, pues.
Ahora la noticia: el 15 de diciembre de 1925 en el Palacio Nacional de Industrias se inauguró el II Salón de Verano, en conmemoración del centenario de la Batalla de Ayacucho. Al acto asistieron entre otras personalidades el presidente de la República, Augusto B. Leguía. Esa noche expuso, entre otros, Leonor Vinatea Cantuarias, pintora amiga de la recientemente fallecida poeta Alicia Bustamante y miembro del grupo de los indigenistas. Aquí su cuadro y otras vistas.



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Friday, October 20, 2006

Letreros callejeros del siglo XIX

Desde la Guía del viajero en Lima

La Guía del Viajero en Lima que alrededor de 1860 editaba Manuel Atanasio Fuentes (alías El murciélago), es una de las fuentes –valga la redundancia– imprescindibles para conocer los diversos aconteceres sociales de la capital durante la República. Es en una de estas guías, como la de 1866 por ejemplo, que se tiene la primera mención escrita sobre el cebiche. Si bien, en esas líneas Don Manuel arremete contra el plato, luego se torna inspirado: “Las comidas eminentemente nacionales son los picantes que con tanto placer saborea la plebe [...] pero el picante más picante, el que más lágrimas arranca (después de los celos) es el seviche”.

Más adelante realiza un comentario de antología: “Es preciso confesar que un placer que se goza rabiando, es un maldito placer”. He leído por ahí, además, que MAF estableció uno de los primeros estudios fotográficos en el Perú. Estudios que no llegaban a más de diez en la década del sesenta del siglo XIX.

Extraídas de las páginas 287 a 291 de la Guía del viajero en Lima, parte sexta, capitulo IX, una serie de letreros (o tablillas) que se podían ver por las calles de la capital y que MAF llama “barbaridades escritas”. Una advertencia para los turistas de aquel entonces.























(Leyendas. Fig. 1 y 2: Una zapateria de la calle Lescano / Fig. 3: En la calle de Presa, Nº 31 / Fig. 4: En la puerta de una picantería de la calle la Huaquilla / Fig. 5: En la calle de la Pileta de Santa Clara, Nº 190 / Fig. 6: En la calle de Malambo, tienda sin número / Fig. 7: En la calle de San Francisco, Nº 174 / Fig. 8: En la calle de Maravillas / Fig. 9: En la calle de la Picantería / Fig. 10: En la calle del Milagro, tienda sin número / Fig. 11: En la calle de la Universidad, tienda Nº 48. )

Thursday, October 19, 2006

Un trago peruano perdido

Carambola: entónate como en los años 40
Antes que llamemos Cuba Libre al ron con Coca Cola, en nuestro país se tomaba el Carambola. La empresa Pomalca, de finas pipas de viejo roble añejado en las mejores cepas, fue su principal impulsadora. Luego surgieron otras opciones, como el roncola, la mezcla de pisco con coca cola (que es el piscola), e incluso la wiskola (whisky con CC). ¡Salud torero!



Sunday, October 15, 2006

Sobre Alberto Hidalgo


Más allá del libelo
Alberto Hidalgo fue quizás el escritor con mayor cantidad de títulos publicados durante su carrera, más que todo porque era esencialmente poeta, aunque se desenvolvió con tenacidad en la narrativa, el panfleto y en obras teatrales.
Por: Daniel Contreras M.

Con la publicación de su único libro de cuentos Los sapos y otras personas en 1927, abrió un debate mayor al que despertaban sus críticas furibundas a literatos y políticos de la época, al señalar que en el cuento se tenía que ir de la realidad a la fantasía. "Ahora la invención es la razón de ser de la realidad. Como si corrigiéramos la vida. Como si la discrimináramos. Como si la viéramos cuando será, ahora que todavía no es", sentenciaba.

Hidalgo nació en Arequipa en 1897, pero radicó la mayor parte de su juventud en Buenos Aires. Desde su adolescencia intervino en las inquietudes sociales de la época, participando en los grupos Aquelarre de Arequipa y Colónida de Lima, si bien de manera fugaz.

De carácter ególatra, Hidalgo sacó a la luz siete poemarios, teniendo salida el primero de ellos en 1916, Arenga lírica al Emperador de Alemania, cuando tenía sólo 19 años. Luego vendrían Química del espíritu (1923), Simplismo (1925) y Descripción del cielo (1928), para citar algunos. Su estilo recio y soberbio –frente al intelectualismo de la región– lo llevó a postular en 1953 al Premio Nóbel de Literatura, hasta el año de su muerte en 1957.

Sus textos virulentos de Hombres y bestias, de 1918, lo marcaron para siempre en el entorno limeño literario, que valoró su obra de acuerdo a subjetividades temperamentales.

Rescate bibliográfico
La cuentística de Hidalgo no ha sido debidamente estudiada en su tiempo, debido al silencio de la crítica literaria oficial, a quienes el escritor arequipeño adjetivaba. Notorio actor de nuevas corrientes literarias, en Lima y en Buenos Aires, Hidalgo es un autor cuya obra no pueda quedar postergada, y ante ello es el origen de la publicación.

Cuentos (Talleres tipográficos, Lima, 2005, 142 pp.) recoge en realidad la totalidad de los relatos de Los Sapos y otras personas, parte de su obra en prosa, ya que Hidalgo también escribió la novela Aquí está el Anticristo en 1957. El libro contiene además una pequeña sección de breves reseñas críticas, realizadas por personalidades como Carlos Oquendo de Amat y José Carlos Mariátegui, sobre la obra del arequipeño cosmopolita.

El hombre cubista, uno de los cuentos más conocidos de Hidalgo por su flujo de erotismo e irracionalidad, que narra el romance entre 65 y 37, una pareja que procrea al niño cubista con el aporte estético de Apollinaire y Picasso que es inyectado en brazos y piernas, también es parte de esta recuperación.

Cabe mencionar el esfuerzo editorial que supone esta publicación. En palabras de los editores, “rescatar a Alberto Hidalgo –uno de los escritores más importantes que ha dado el Perú- es corregir la incuria de la historia de la literatura peruana, que lo tiene relegado a un segundo plano, cuando no al más completo olvido”.

Acompañan además al volumen notas, comentarios y material fotográfico, todo lo cual, podrá servir de estímulo para futuros estudios de largo aliento.
(Sección cultural diario El Peruano. 12 de junio de 2005)

Friday, October 13, 2006

Juana Manuela Gorriti: el tacto femenino

Veladas literarias a fines del siglo
Un capítulo casi inadvertido de nuestra historia literaria: los célebres encuentros culturales realizados en el hogar de Juana Manuela Gorriti, escritora argentina radicada en el país por tres décadas.

Por: Daniel Contreras M.

Un edificio blanco e imponente se levanta en el cruce de los jirones Camaná y Ocoña. Para la mayoría es la esquina del movimiento cambiario; para pocos, el lugar donde hace 130 años se ubicó el encuentro de las calles Urrutia y Pilitricas. De ahondar más en aquel pasado sabríamos, inevitablemente, que en el número 188 acontecían, durante algunos miércoles, eventos singulares hasta avanzadas horas de la madrugada.
De estar en 1876, al revisar El Nacional leeríamos una de esas crónicas que cada tanto aparecían redactadas por periodistas que opinaban que lo sucedido allí era el mejor modelo de buena sociedad, las fiestas de la inteligencia. Veladas literarias.
Un singular grupo, oportuno para una instantánea. Ricardo Palma, Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello, Manuel Atanasio Fuentes y Teresa González de Fanning, reunidos junto a otros celebérrimos o desconocidos personajes en una misma habitación, no resulta inverosímil.
Acudían al epicentro de la creación cultural, participando así de su promoción y difusión, su debate en la médula de una ciudad plena de alocadas ilusiones de modernidad y progreso. Un núcleo en crecimiento, que avasallaba a las coloniales y limitantes murallas que lo rodeaban. Fines de la década de 1870.
Muchos artistas y escritores peruanos (e hispanoamericanos) miran hacia el pasado. La corriente romántica –ya desarrollada con radical fuerza en Alemania e Inglaterra y después en el resto de Europa– ha implementado tardíamente parte de su montaje de leitmotivs entre nosotros.

Fuerzas en contacto
El siglo XIX es un período delicado en el aspecto literario. Su achacada pobreza y esterilidad son un preconcepto que flota sobre el escaso estudio de sus fuentes. Su real y más abundante riqueza creativa puede hallarse diseminada en decenas de revistas culturales, que fueron de gran utilidad para la difusión de las letras.
Necesario es mencionar a La Bella Limeña, El Correo del Perú, El Ateneo, La Revista de Lima, La Neblina, Lima Ilustrada y El Perú Ilustrado –este último dirigido durante un año por Clorinda Matto de Turner– o El Álbum y Alborada (comandada por Juana Manuela Gorriti), entre otras que perfilaron con su existencia las características de este período.
En los linderos del siglo XIX, diversas fuerzas se friccionan. Un movimiento femenino surge para hacerse de un espacio, marcando el ámbito cultural y social de la ciudad no sólo mediante las publicaciones aparecidas, sino a través de aquellas reuniones donde los protagonistas del ambiente literario eran partícipes de un hecho puntual en la historia de las letras peruanas y en particular del papel de la mujer en el Perú del siglo XIX, limitado a los ámbitos del hogar.
A diferencia de las feministas de otras latitudes, las mujeres allegadas a este ambiente no centraron su discurso en la igualdad política o en el reclamo de su derecho al voto, en cambio decidieron abrir por ellas mismas las puertas a un nuevo oficio: el de la escritura. Para eso fue necesario engendrar el espacio propicio en el cual exponer sus puntos de vista. Un clima de renovación y fervor patriótico ocasionados por la recién instaurada República y por la paz social reinante, era el ideal. En realidad, estaban en vísperas de la Guerra del Pacífico.

Las tertulias de Juana Manuela
En su realización giró la vida y expectativa de nuestra sociedad cultural. El diario El Nacional da cuenta de que la primera velada literaria en casa de Juana Manuela Gorriti tuvo lugar el 19 de julio de 1876. Éstas se sucederían hasta un año después, cuando la célebre anfitriona regresó a su país natal. Queda, como testimonio, un libro de su autoría que reproduce diversos textos y algunas crónicas de lo allí sucedido: Veladas literarias de Lima. (Buenos Aires, 1892).
Juana Manuela Gorriti Subiria, escritora argentina emigrada de Bolivia –donde vivió por motivos políticos–, nació en 1818 en una hacienda de la ciudad de Salta. Llegó a Lima en 1840, junto a sus hijas Edelmira y Mercedes. Al poco tiempo, ya ocupaba un lugar preeminente en los círculos intelectuales.
Para mantenerse, Gorriti abrió en su casa una escuela primaria y un colegio para las hijas de las familias acomodadas. De fama cimentada como escritora en su país y con varios libros publicados, inició una serie de colaboraciones en semanarios como El Liberal, Iris y La Revista de Lima. A partir de 1876, su actividad principal fue ser anfitriona de las veladas efectuadas en su hogar, de intensa diferencia con las amenas tertulias de años antes. Así como marcada era la diferencia con las reuniones del Club Literario, formadas en su mayoría por intelectuales hombres.
Más fuerzas se conjugan: lo privado y lo público. Una crónica periodística hace paralelo entre las veladas y los salones europeos del siglo XVII y XVIII. Existe un claro contraste: en la Lima del siglo XIX las mujeres plantean los temas y son protagonistas principales de la discusión.
“El debate con sus propios colegas hombres y el desarrollo de la opinión femenina. La constitución de modelos de lectores/as es una práctica en la que las mujeres participan; un campo abierto cuyos efectos es necesario organizar”, puntualiza al respecto Graciela Batticuore en su libro El taller de la escritora. Veladas literarias de Juana Manuela Gorriti. (Beatriz Viterbo Editora, 1999).

Entretelones Abelardo Gamarra, el Tunante, debutó en la velada del 21 de setiembre de 1876 bautizando a nuestro baile costeño con el nombre de marinera. El inventor Pedro Ruiz Gallo presentó en sociedad los planos de su célebre y hoy perdido reloj. La joven Clorinda Matto de Turner fue aplaudida en febrero de 1877.
Otra afamada jornada: Teresa González de Fanning se refiere a la condición de la mujer y afirma “pedir para ella no la emancipación, sino, pura y simplemente, el ejercicio al derecho del trabajo”.
Noche otra, Mercedes Cabello destacó la importancia de la literatura en su rol de forjadora y representante de una fraternidad nacional y latinoamericana. En la casa de Gorriti, las niñas –escritoras debutantes acompañadas de sus madres– compartían con los consagrados.
En diciembre de 2005, la Biblioteca Nacional del Perú presentó la exposición documental Veladas literarias. Lima 1876-1877. Su carácter patriota, republicano, político, formativo, pedagógico, legitimador fue, así, revalorado, dando pie al regreso de aquella extensa literatura dedicada a ese acontecimiento social, y a su organizadora, Juana Manuela Gorriti, un personaje de presencia casi olvidada de nuestra historia. La mujer a quien Palma trataba de tú y que viviera 30 años entre los peruanos.
Fueron estas veladas el escenario para el movimiento de la literatura femenina peruana del siglo XIX. Debido a ellas, las escritoras consiguieron ser escuchadas y acceder a un campo cultural en formación, así como participar de dicho acontecimiento no sólo como objetos, sino, como sujetos.
Las veladas, continuadas después por Clorinda Matto de Turner, se convirtieron en un mecanismo social y político que ayudó a consolidar el discurso de género de las intelectuales de la época. Una estrategia que permitió su ingreso en la vida pública con mucho éxito. El momento dorado del feminismo hispanoamericano.

La cocina ecléctica
Gorriti, tuvo una vida extrema, pero no por ello alejada del ambiente femenino. Vale la pena revisar los libros sobre ella escritos y también los por ella publicados. Como Cocina ecléctica, una extensa recopilación de recetas de cocina. Las dedicadas a la comida peruana, incluyendo platos desaparecidos, son abundantes. Desde sopas teólogas, cuya receta era firmada por Clorinda Matto de Turner, hasta un estofado de corvina, remitido por Mercedes Cabello.
Basta un ejemplo: a continuación, el platillo “Migas”, de Teresa González de Fanning. “En media libra de grasa de chancho se echan a freír menudamente picadas dos grandes cabezas de cebolla, cuatro dientes de ajo molido, una cucharada de pimentón y sal al paladar.
Cuando la cebolla haya tomado color, se echan a esa salsa cinco panes medianos remojados en leche, exprimidos ligeramente, y deshechos, removiendo continuamente para que no se queme.
Cuando haya dado el primer hervor, se le echa media libra de queso fresco picado. Ya todo bien incorporado, y un momento antes de quitar la miga del fuego, se agregan seis yemas de huevo, ligeramente batidas. Se sirve con relieves de aceitunas y trocitos de yuca hervida.”

(de Identidades Nº 98. Diario El Peruano. 5 de diciembre de 2005)

Thursday, October 12, 2006

El país en tinieblas


De lo gótico en el PerúHay que empezar con una salvedad ineludible: el gótico en Perú nunca existió. Pero hay otras maneras de encarar el asunto y no declarar esta búsqueda como inútil. Así, veremos que nuestro país no desconoció ni estuvo exento de la presencia de este estilo que, de alguna forma u otra, es revisado y revisitado, asumido y adoptado como una manera de percibir el mundo.
Por: Daniel Contreras M.


Gótico es la traducción francesa de “tudesco”, palabra usada despectivamente por los italianos del Renacimiento para el arte medieval, al que consideraban inferior. El término se relaciona también con los godos, pueblo bárbaro germánico. Lo cierto es que las primeras catedrales góticas se levantaron en la Francia del siglo XII, mientras que en otros lugares no se abandonaba aún el románico.

“Serán como dioses”, dijo la serpiente a Eva, invitándola a comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, y es entre estas dos fuerzas vitales que el gótico se vanagloria. Oscuridad y luz, altura y tierra, cielo e infierno, nociones nacidas del pensamiento religioso.

El gótico manipuló la luz y la altura para lograr interiormente la monumentalidad idónea a ese ambiente sombrío que provoca una perenne sensación de respeto y disminución. Es invención del hombre religioso que, atrapado en la tierra, estira las torres y remates de los templos como si fueran sus brazos, lo más alto posible, a fin de acercarse a lo divino, con la esperanza de estar construyendo la urbe celestial en el suelo.

Ciudad gótica
A través de la arquitectura llegó a nuestras tierras un gótico tardío. Zaña, antigua ciudad al sureste de Chiclayo, fue destruida por las inundaciones del Fenómeno de El Niño en 1578. Grande fue su fervor religioso: 14 templos así lo atestiguan.

De la ciudad original sólo quedan las monumentales ruinas de cuatro iglesias semihundidas en la tierra, además de muchas monedas y restos de vajilla mezcladas en el barro de las chacras. Diversos elementos parecieran remitirnos a un neogótico melancólico brotando en medio del maizal. Las altas columnas que separan las naves de la iglesia de San Agustín (a única gótica del lugar y que data de 1630) se elevan sosteniendo las nervaduras de las ruinosas bóvedas ojivales, contribuyendo a crear los efectos de verticalidad y sentido ascensional que desean transmitir los edificios, en una expresión muy propia de este estilo.

La influencia del gótico francés en el resto de Europa fue enorme, sobre todo en España. Llegando a América, los españoles crean diversos estilos, como el plateresco que contenía elementos y figuras de raíz gótica. Un ejemplo es la Casa del Almirante en la ciudad del Cusco. La Catedral de Lima reúne también diversos estilos, como el renacentista, el barroco, el neoclásico y, por supuesto, el gótico.

Tras los continuos terremotos que azotan la capital se inicia la reestructuración de los templos, reemplazando las estructuras góticas por las barrocas.

Desde fines del siglo XIX hasta las tres primeras décadas del XX, el estilo reaparece de la mano del eclectismo. Se eligen las características al libre albedrío de arquitectos y clientes, erigiéndose en esta época algunos edificios e iglesias góticas, como la Matriz de Jesús María, la de Lince o la de los Sagrados Corazones, hoy Recoleta, en la plaza Francia.

Mansiones como la de Nueva Acrópolis en Breña imitan castillos medievales y adornan sus paredes con personajes propios de la decoración gótica: pináculos, flores de lis, dragantes, gárgolas, florones, bóvedas ojivales y tracerías. Estas construcciones abundan, alzadas más bien, por motivos disímiles y algunas veces románticos: en el cementerio Presbítero Maestro se hallan mausoleos, que son muestras de goticismo. El castillo de Chancay es otro ejemplo. Edificado en 1925 por Consuelo Amat y León, tataranieta del virrey Manuel Amat, traduce el sensible homenaje a un marido muerto.

Más arquitectura gótica: en Jauja, se encuentra la capilla Cristo Pobre, ubicada entre las calles San Martín y Colina, y mandada a construir por el sacerdote francés Luis Gradin de 1920 a 1928. Además, fue la primera construcción de cemento en el valle del Mantaro. En Arica, Chile, la gótica catedral de San Marcos fue prefabricada en fierro por la compañía de Gustave Eiffel para ensamblarse en Sudamérica.

Levantada en 1875, se afirma que fue llevada desde Ancón en reemplazo de una iglesia destruida por un maremoto.

El eterno retorno
El gótico moderno, el que nos rodea, es en realidad una mirada hacia atrás, un regreso al pasado Gótico a través de un hábito muy contemporáneo: cambiar los sentidos y, a veces, hasta los significados de ciertas palabras. Otorgamos valores futuros en función de los anteriores.

De ser un estilo arquitectónico, el gótico se convierte en un sentimiento, en una forma de ver el mundo, de aceptar y deglutir sus pesares en un terreno del cual se alimenta labrándose con nuevos elementos, enriqueciéndose en cada época.

Hoy se piensa que todos tienen su gótico particular, creación personal con ingredientes comunes y aportados por la literatura.

Letra Golem
La literatura gótica nace en el siglo XVIII, de la pluma de Orase Walpole, quien recrea ciertos elementos ya inseparables y característicos como los paisajes sombríos, ruinas medievales, castillos con sus respectivos sótanos, criptas, pasadizos, ruidos nocturnos y cadenas, entre otros, en su novela El castillo de Otranto.

La noche del 15 de junio de 1816, en la casa de Lord Byron, en Villa Diodati en Ginebra, se concibieron dos de los mitos fundamentales de la literatura gótica: Frankestein y el Vampiro. De este siglo es también el mayor autor de cuentos y poesía góticos: Edgar Allan Poe. Nació con él una nueva lectura que se complacía en retratos de almas torturadas. De la verticalidad arquitectónica, se desprende la estética de la desesperación, la melancolía y la angustia.

En las letras peruanas el género gótico es difícil de enmarcar. Ejemplos sueltos, no son suficientes. Nuestra narrativa popular, nacida del folclor andino, muy bien podría conllevar estos elementos a través de personajes como los pishtacos, quienes se mueven en las noches cual vampíricos chupasebos, o los seres que actúan en la soledad, como los diablos enamorados al borde de los caminos, los condenados arrastrando cadenas, las Marías Marimachas regresando de la muerte o las mulas en la medianoche montadas por quejosos condenados.

Si bien la literatura fantástica no es necesariamente gótica, la carga sobrenatural, así como el elemento dramático y expresionista, facilita la entretenida búsqueda.

Muchas son las leyendas en la Lima del siglo XVIII, entre ellas la del coche de Zavala, vehículo que varios afirmaban haber visto a medianoche paseando por la ciudad, rodeado de llamas infernales y de demonios, tradición recogida por Ricardo Palma, quien invoca en una de sus narraciones la luz de escritores góticos como Hoffmann o Poe a fin de sacarle el jugo a tantas historias. Así, verdaderas características góticas aparecen en sus tradiciones como El encapuchado, El carbunclo del diablo y El resucitado, entre otras.

A inicios del siglo XX, muchos escritores labraban escritos fantasmagóricos, relatos de espiritismo, de pasiones incestuosas y demenciales. Clemente Palma, hijo de don Ricardo, escribió cuentos de ficción siempre con un halo sobrenatural, pues este tipo de narraciones, publicadas en diversas revistas, tenía buena aceptación entre los lectores.

A Clemente, autor de libros como Mors ex vita o Historietas malignas, se le asocia con los inicios del cuento moderno y de la narrativa fantástica, junto con otros escritores, hoy casi desconocidos, como Blanca de Assis, Moreno Thellesen o poetas como José Chionio, quienes poblaban las semanales páginas de Variedades o Actualidades durante las primeras décadas.

José María Eguren
presenta una poesía melancólica, dedicada a cuartos oscuros, muebles viejos, navíos encallados, que imprimen una sensación de misterio y angustia, tal como la describe Luis Alberto Sánchez.

Con su poemario Desengaños del mago, Manuel Scorza remite a medievales calabozos y torres clausuradas. Antonio Cisneros publicó en 1992 un poemario basado en el Drácula de Bram Stocker.

Mucha más reciente y local es Sarah Hellen, vampírico personaje que llegó a nuestras costas y que hoy descansa en un cementerio de Pisco. Historia reinterpretada por Carlos Calderón Fajardo en el libro El viaje que nunca termina, homenaje a esta literatura por parte de un autor que asume "con plena conciencia" la hechura de un escrito gótico, oficio que también acepta José Donayre Hoefken en la novela La fabulosa maquina del sueño (1999) y la colección de cuentos Entre dos eclipses (2001).

No se puede dejar de mencionar la figura y la poesía de Monserrat Álvarez, con su poemario Zona dark (1991).

Corazones adictosEl movimiento gótico en el rock peruano es un símbolo más de nuestra típica anacronía, pues lamentablemente esta movida llegó con muchos años de diferencia. Vestidos de negro, chicas y chicos recorren las calles del centro. Lima de los ochenta conoce así a los darks , quienes escuchan música dark y que son, por lo general, fanáticos del rock gótico inglés, proveniente del pospunk , que sonaba ya desde los setenta.

No existieron en el medio bandas góticas propiamente dichas, con la noción dada por la influencia inglesa, sino, más bien, grupos que tocaban covers (nuevas versiones) de conocidas bandas del gothic rock, grupos como Christian Death, Sisters of Mercy, Mephysto Waltz o The Mission, la cual recientemente tocó en Lima en gira crepuscular.

En cambio, existieron bandas de música dark, sobre todo durante los últimos años de los ochenta, como Feudales, Salón Dadá (que luego cambiaría su nombre a Col Corazón) y Lima 13.

El gótico es un movimiento que persiste aún en muchos países como Argentina, España, Chile y Colombia. En el Perú, en Uruguay o Venezuela, el dark duró muy poco tiempo.

Chirrea el portón

Se acaba el espacio, pero el tiempo continúa. La vida tiene la velocidad del sol deslizándose como una sombra en el suelo. Muchos ejemplos quedan en el tintero, como la pintura y las catedrales góticas de Adolfo Winternitz, o sus vitrales que adornan aún diversas iglesias de la ciudad. Los cuadros de Fernando de la Jara, las tallas de los Mendívil que recuerdan a la escultura gótica y sus formas alargadas. Quedan personajes como aquel vampiro que frecuentaba las noches del otrora Marcantonio y a veces tocaba el piano.

Elementos si bien sugerentes, no son suficientes para tentar ceder el aura gótica a alguna fracción de nuestra cultura. Ayudan a definir este estilo, no como un fenómeno propio de una época, sino más bien como algo indesligable del carácter humano.

Del otro lado de la medalla, estará siempre aquella sobrenaturalidad, la cual no ocurre necesariamente en castillos medievales, sino entre el bien y el mal. Pero, para no cerrar definitivamente el portón de las posibilidades, ante preguntas como ¿qué es “nuestro gótico? o ¿a qué, a quién podemos llamar así?, quizá opte por la mejor salida, una muy propia del misterio: donar al mundo sólo preguntas sin responder.

La noche es una buena hora para escribir sobre el gótico, pero estoy sospechando que quizás ya sea hora de que vaya y me acueste, en los brazos de esta fría madrugada.
(Suplemento Identidades, diario El Peruano. Nº 11, 27 de mayo de 2002)

Wednesday, October 11, 2006

Autómatas: la tuerca histórica

Hombres falsos
Por: Daniel Contreras M.

No es casual que en las películas de prosaicos efectos especiales, muy serie B, sobre dioses y héroes griegos, entre ellas, las famosas Furia de titanes o Jason y los Argonautas, los hombres aparezcan rodeados de hábiles perros artificiales, agoreros buhos metálicos o furiosos gigantes de bronce.
En la mitología griega, el autómata tiene una rica tradición, desde Pigmalión hasta Dédalo. Pero no es sólo una cuestión mítica, sino una osadia real de los más ingeniosos inventores, aquellos que decidieron obrar como Dios.
Tal era el caso de Amenhotep, hermano de Hapu, que construye en el año 1500 A.C., una estatua de Memón, Rey de Etiopía, que emite sonidos cuando le iluminan los rayos del sol al amanecer.

Entre el 400 y 397 A.C Arquita de Tarento construye una paloma de madera suspendida de una viga, la cual rotaba con un surtidor de agua o vapor, simulando vuelo. En el 770 DC Yang Wu-Lien crea un mono que extiende sus manos y dice ¡Limosna! ¡Limosna!, guardando lo obtenido en una bolsa cuando alcanza un peso determinado.
Roger Bacon (1214-1294) construye, tras siete años de estudios, una cabeza que habla. Leonardo Da Vinci fabrica en 1500 un león automático en honor de Luis XII. En 1640 René Descartes inventó un autómata, al que se refiere como "mi hijo Francine".
Es en el siglo XVIII que los automatas se convierten en objetos de culto, y donde sobresale el genio de Jacques Vauncanson. Este mécanicien de génie obtuvo su milagrosa celebridad gracias a su ánade hecho de cobre, que bebe, come, grazna, chopotea en el agua y digiere su comida como un pato real.
Previamente construye un flautista y un tamborilero. Tan encantadores hasta que Napoleón hizo un serio intento a fin de obtenerlos. En Francia e Inglaterra estalla un increíble demanda que permite el surgimiento de innumerables criaturas de asombrosas construcciones y de juguetes bastante ingeniosos. Y así las calles parecieron ferias o pequeños circos ambulantes. El racional y lógico siglo XVIII seducido por astucias mecánicas.
DULCE COMPAÑÍA
Sin duda estos y demás famosos autómatas han servido de inspiración a escritores y poetas. La primera aparición en la literatura se encuentra en La Iliada, de Homero cuando unas adolescentes de oro son utilizadas por Vulcano como servomecanismos. También son conocidos los criados automáticos de Petronio en El Satiricón y los que luego aparecen en la oriental Mil y una noches.
Ya en el medioevo, la corte del Rey Arturo coexistía con la precaria ayuda de autómatas, que actuaban de guardianes y guerreros frente al corajudo Lancelot.
Sin embargo, es a finales del siglo XVIII que los literatos se dedican con pasión al tema de los hombres artificiales. El romanticismo sabe recuperar plenamente el ambiente de exasperación y lúgubre magia. Caudillo de estas anormales criaturas es el Homúnculus del Fausto de Goethe, un ser fruto de una anti-tradicional alquimia. Posteriormente, los memorables Hadaly de La Eva futura, de Villiers de L'isle Adam o el Frankestein de Mary Shelley le dan ese tono dramático y trágico.
Tambien está Olimpia, en el cuento El arenero, de E.T.A. Hoffmann. Ya en el siglo XX, Gustav Meyrinck reinventa la historia del ser más tétrico y terrorífico nacido de un versículo de la Biblia, El Golem. En lugar aparte aparece Pinocho de Collodi, un títere adorable, lejano de la naturaleza autómata. En terrenos musicales Coppelia, dada a la vida por un anciano decrépito, es uno de los ballets más representados.
Entre los escritores latinoamericanos destacan las creaciones de Jorge Luis Borges en el relato Talos, del Libro de los Seres Imaginarios o La invención de Morel, de Bioy Casares y su "completa, reproducida, idéntica" Madeleine.

(En revista OIGA Nº 34. 22 de diciembre de 2000)

Tuesday, October 10, 2006

Anuncios del ayer


La publicidad en el antiguo Perú
Un repaso a la publicidad de las dos primeras décadas del siglo XX motiva asomar la vista a una etapa de nuestra sociedad, pródiga y prometedora, pero perdida en el tortuoso y largo camino de la historia.

La señorita Consuelo P., sentada bajo la sombrilla, ojea una revista un jueves por la tarde. Pasando perezosamente las páginas detiene su mirada en un pequeño anuncio que pareciera caerle del cielo: “¿Le dará el sí? ¿Es su delicado cuerpo capaz de responder al llamamiento del matrimonio y de la maternidad? Cuando se toma con regularidad el compuesto vegetal de Lydia E. Pickham se adquiere vigor físico y la satisfacción de enfrentar sin miedo lo que el futuro puede traer”.

En otro punto de la urbe, Juan A., narciso consumado, lee el diario y encuentra una publicidad de su interés: “Photoscope, máquina eléctrica fotográfica. Por 20 centavos se obtiene un retrato perfectamente concluido. ¡Invento del siglo XX! Sólo en La Corona de Oro, de Moravski Hnos. Mercaderes 205".

Mucho más lejos, en una pequeña hacienda en las afueras de Tarma, Pascualina H. recibe una pequeña encomienda proveniente de la capital. Tras abrir el paquete, su atención se vierte en la envoltura, unas arrugadas hojas de periódico con fecha de hace tres meses. Antes de tirarlas a la basura revisa los anuncios, y lee uno en particular mientras se forma una sonrisa en su rostro: “Gran fábrica de dientes. Nuestros trabajos son iguales al que hacen todos los dentistas del mundo. Especialidad en dentaduras de oro, caucho, aluminio y porcelanalo".

Tres instantes de nuestra historia cotidiana, sucedidos en algún momento del calendario durante las dos primeras décadas del siglo XX, nos dan la bienvenida al mundo de la publicidad donde todo tiene solución, con garantía incluida. Pero si Consuelo, Juan o Pascualina respondieron al llamado del anuncio, ese ya es otro tema. El nuestro se centra en la historia detrás de los avisos.

Antaño
Lima contaba para mediados del siglo XVIII con varias imprentas y diversos maestros impresores. Diarios como La Gaceta de Lima, fundado en 1715, publicaban recuadros informando la aparición de libros e impresos. Pero es en el Diario de Lima, nacido en 1790, donde la publicidad gozaría de un leve auge a través de los llamados “Remitidos” o “Comunicados”, publicados por personas naturales a un costo módico. Trueques, ventas, temas personales y políticos eran cotidianos en estas páginas. Así, en el Perú se adoptaba la modalidad de algunos medios franceses, la cual impera hasta hoy: los avisos pagados costean la edición.

En las dos primeras décadas del siglo XX, la publicidad iniciaría una época dorada gracias a la importante presencia de revistas con gran influencia. Para 1918 existían 18 semanarios y 167 diarios, llegándose al clímax de imprimir, tan sólo diez años más tarde, 88 revistas y 473 diarios a escala nacional.

Las distribuidoras de medicamentos crecieron a partir de la década de 1870, fruto de la publicidad. Lograron un gran mercado con la automedicación, debido a la dificultad para encontrar médicos en las áreas rurales. También, los vendedores de fármacos obtenían grandes beneficios, con anuncios de sus recetas y preparados. Por ello, la abundancia de este tópico en el mundo publicitario de la época.

“¿Tiene Ud. que hacer aguas a cada momento? Las pastillas del Dr. Becker, mientras más pronto las tome mejorla. “Cinturones eléctricos contra la neurastenia, afrodisia, histerismo, espinazo, riñones, gota, etc.”.Carnol, un preparado para engordar”. “Para el cerebro y contra la debilidad sexual, el heroico vitalizador cordial de Cerebrina compuesto del Dr. Ulrico de New York". “Remedios de Abisinia Exibard en polvos, cigarrillos, hojas para fumar, alivian y curan el ¡ASMA!”.

Esta publicidad que no conoce límite en sus promesas, creaba un mundo ideal, donde su único lema podría ser: “El público es como un niño, cuyos estados más elementales de conciencia, los publicistas debemos conocer”.

Célebres revistas y diarios llenaban los puestos: El Tiempo, El Turf, Perricholi, Mundo Limeño, Variedades, Prisma, La Crónica y Actualidades, entre otros, todos con sus tarifarios muy bien organizados.

Si en un inicio los avisos eran sólo textos ordenados con diferentes tipos de letras por los mismos diagramadores del impreso, en otras ocasiones tan sólo eran una suerte de collage, armados sobre la base del dibujo de la etiqueta en el producto o de recortes de revistas europeas y estadounidenses.

Aún así, muchos de los excelentes ilustradores que habitaban las páginas de dichas revistas (Pedro Challe, José Alcántara La Torre, Jorge Holguín de Lavalle o Julio Málaga Grenet) realizaban trabajos de creación publicitaria a pedido de diversas casas editoras como la imprenta de T. Scheuch o Editorial Perú de Cipriano A. Laos.

Empresas que ofrecían “anuncios en los diarios y en los lugares de mayor tráfico y aglomeración por procedimientos nuevos en el país, así como ediciones artísticas, afiches, avisos y dibujos comerciales”.

Bella de día
El negocio de la belleza era otro punto fuerte en las páginas de nuestra prensa. “Roses d`Orsay, un perfume que armoniza con el aroma del cigarro”. “Extirpadores de vellos superfluos contra la falta de feminismo, la expresión masculina y pelos en el rostro de la mujer". Desde lociones orientales contra la caída del cabello hasta artilugios para obtener una nariz perfecta eran anunciados y adornados con imágenes de gran potencia sugestiva. Mientras más lejana, exótica y extranjera es la hechura del producto, mejores resultados habrá.

Si en la actualidad un consejo publicitario dice: “Si hay dos formas de redactar un anuncio, escoge la más corta”, podríamos decir que ante esto, dicha época es prehistórica. Todos los estilos conviven: narrativos, descriptivos, alegóricos, poéticos, realistas, imperativos, etc.; los cuales tomarían de la publicidad estadounidense y francesa, su mejor estilo gráfico y la hipérbole en el discurso. Pero este abuso de la credibilidad del público responde a la meta de la publicidad misma: el contagio mental mediante la persuasión.

En la edición del 9 de julio de 1910 de la revista Variedades se publica cuáles son los efectos del anuncio. Un aviso es efectivo, comenta el periódico dirigido por Clemente Palma, después de publicarse por lo menos diez veces seguidas y de ser posible en el mismo sitio. A la primera inserción, el lector ni siquiera verá el anuncio. A la segunda, lo ve, pero no se detendrá a leerlo. A la tercera, le da curiosidad y lo lee. A la cuarta, se fija en el precio de lo anunciado. A la quinta, buscará las señas de la casa vendedora. A la sexta, hablará del anuncio a su mujer. A la sétima, se propondrá hacer la compra. A la octava, la hace. A la novena, habla del anuncio a sus amigos. Y a la décima, les vuelve a hablar del asunto y éstos se lo contarán a sus mujeres, entonces la familia de cada uno de ellos comprará a su vez el periódico y de ahí en adelante se espera a que los efectos sean los de una bola de nieve, es decir, el éxito debe ser inminente.

Todo anuncio es una ventana a la sociedad a la cual se dirige, a sus necesidades, sus gustos, sus problemas, su forma de vida y el espíritu que la domina. Su desarrollo va acorde con el crecimiento poblacional y económico. Todo lo que puede ser vendido, podrá ser anunciado. La publicidad es una práctica que muestra indirectamente el alma del público, y que actualmente ha mejorado en técnicas y estrategias. Ejemplos geniales que siguen rondando los terrenos del arte, el cual siempre halla en lo publicitario, su reflejo perfecto.

(Del suplemento Identidades, Nº 4. Diario El Peruano. Lima, Lunes 8 de abril de 2002)

Friday, October 06, 2006

La brutalidad de la sumisión negra


Los esclavos y el castigo en el Perú
El Fondo Editorial del Congreso del Perú acaba de publicar el libro Breve Historia de la esclavitud en el Perú del historiador Carlos Aguirre, lo que motiva también un repaso a la serie de carencias sociales, escarmientos y sanciones que recibían los esclavos en la ciudad de los Reyes durante el virreinato. La legislación del espanto y la discriminación pública y abierta.
Por: Daniel Contreras M.

Cien azotes, amputaciones para evitar huidas, presentar la cabeza del negro para recibir recompensas, embadurnar miel a un esclavo amordazado para que miles de moscas pulularan enfermizamente por su rostro y cuerpo en plena calle, portar una calza de hierro de cinco kilos durante dos meses sin dejar de trabajar, o la pena de muerte. Entonces, cuerpos colgaban de sogas amarradas a maderos y a decenas de cadáveres les era echada la cal en la fosa común.
Desde que Francisco Pizarro obtuviera del emperador Carlos V la venia para introducir al Perú cincuenta esclavos, se dio inicio a trescientos años de tráfico de cautivos en esta parte del continente, y con ello, una legislación para la esclavitud llena de tormentos y cruentas sanciones. A las colonias españolas de América fueron trasladados casi un millón 600 mil humanos, en un lapso de tiempo entre 1528 y 1870, siendo este número el resultado de un contingente humano mayor pero fallecido en viajes marítimos eternos e insalubres.
El trabajo de cientos de cautivos durante los primeros años de la conquista tuvo como fin el trabajo servil en casa de los conquistadores, como subalternos en los ejércitos o como peones de rudas maniobras de la construcción. Según el cronista Bernabé Cobo (1582-1657), Lima tenía una población de aproximadamente 30 mil negros, cuya mayoría podía encontrarse en las costas y en los valles agrícolas.
La trata humana se otorgó por contrato a comerciantes extranjeros. Recién, en 1784, se permitió a los barcos españoles el ingreso de esclavos previo pago de 150 monedas por persona. En 1804 se prorrogó por doce años más este permiso. Durante el gobierno de 1806, del virrey José Fernando de Abascal (1743-1821), llegó al Perú el último grupo de esclavos, cotizándose un varón adulto en 600 pesos.
Los que llegaron al Perú pertenecían a diversas castas. Un artículo publicado por el Mercurio Peruano, en 1791, menciona a los mandingas, los misangas, los lucumés, los congos, los cambundas, los cangaes, los carabalíes, los chalas, los huarochiríes y los terranovas. A ellos debe añadirse a los angola, una de las etnias más conocidas y numerosas que había entonces en la capital.
El alma en un costal
Llegaban de Panamá o Cartagena de Indias al Callao. Desde ahí eran transportados a Malambo, una suerte de depósito en el Rímac donde se cumplía la cuarentena y la espera de la venta y la subasta.
La expresión “Alma de boca” significaba que un esclavo era vendido con todas sus facultades físicas y mentales, aunque si se le denominaba “costal de huesos” lo definía como enfermo o con alguna discapacidad. Todos los esclavos tenían una marca, una quemadura hecha en la piel con hierro candente, denominada “carimba”, norma abolida en 1784. Tras la aparición del Diario de Lima, las ofertas no dudaban en imprimirse a la caza de nuevos esclavos.
En la edición del 16 de mayo de 1792 se anunciaba “Ventas. Quien quisiere comprar una criada preñada en días de parir, bozal, reformada, ocurra a la calle de Bodegones la primera casa, donde fue café. Arriba en los altos vive su ama en la segunda mampara”. Esclavos desde la placenta.
Lima en pena de muerte
El cronista Antonio de Robles señalaba en su Diario de sucesos notables 1665-1703, lo común que era en la Colonia que los esclavos mataran a sus mayordomos y a sus amos. Casos como el del negro que mató al mayordomo del obraje de Peredo, o el del mulato, esclavo de Santiago Bollo, que casi mata a su señor, durante la segunda mitad del siglo XVII: ambos merecieron la pena de muerte. Los asesinatos casi siempre eran violentos, pues se apuñalaba y se degollaba, sin usar venenos o armas de fuego. La celebración de la pena de muerte –ya sea de esclavos, soldados, acusados por la Inquisición, orates, indios soliviantados– se convertía en la ciudad de Lima en un acto que despoblaba las calles, jirones del centro, arrabales y pueblos para poder ver este tipo de justicia.
Azote, toque y fuga
Según el libro de Carlos Aguirre (Talara, 1958), los esclavos negros recibían, a diferencia de las personas libres, duros castigos y sanciones que nunca habrían sido aplicados a españoles ni criollos, lo que acentuaba su posición subordinada en la sociedad virreinal, aunque también en la republicana. Hay un ejemplo: a un negro capturado tras su fuga se le castigó con cien azotes. Pero reincidió y se le amputó un pie. Sin embargo, volvió a cometer la falta, y terminó ahorcado.
La Recopilación de las leyes de Indias de 1680 marcó la consolidación en lo referente al tipo de trato que debían recibir los esclavos. Una fuga que demorara más de medio año tenía como sanción la pena de muerte o “penas bárbaras, infamantes y de efectos irreparables”, según escribe el historiador Javier Prado, en Estado social del Perú durante la dominación española, de 1941. Con la publicación de la Real Cédula de su Majestad sobre la educación, trato y ocupaciones de los esclavos en todos sus dominios de Indias e Islas Filipinas (1789) en algo se frenó los abusos al regularse las infames normas, aunque la subordinación seguía siendo igual.

Tras la Independencia
Hasta fines de 1854 la situación de los esclavos era similar a la de cualquier mercancía sin valor humano. Ya en este año no llegaban más a nuestros puertos los "bozales", esclavos que venían directamente de África y traídos en barcos por tratantes para su venta apenas arriben.Pero el negocio era de reconocimiento público, motivo por el cual tenía su reglamento. La llegada de esclavos desde África ocurrió durante estas legislaciones hasta 1818.
El propietario de un esclavo podía venderlo, traspasarlo o permutarlo y quien requiriera de alguno podía conseguirlo también en el mercado. Además de otras modalidades, los amos tenían en los diarios de Lima y provincias su mejor tribuna para ofertar la "mercadería".
Como se leerá en cualquier archivo, colocaban en los anuncios periodísticos las características del esclavo que ofrecían, así como informaban todo lo que conviniera con tal de lograr una transacción económica satisfactoria. Era muy simple, un amo ofrecía al esclavo y daba la dirección donde ponía realizarse el negocio. Ocurría también lo contrario: una persona requería de un esclavo y ponía su pedido en un aviso en los diarios.
Cambiar un esclavo de algunas características o con cierta especialidad por otro de otras actitudes, era la permuta. En el diario El Comercio de 1854 se podían leer los siguientes avisos: "Un esclavo de edad regular en un precio cómodo" (22 de abril de 1854), "Por causa de viaje (se vende) un esclavo edad de 25 años, fuerte y robusto, su valor $ 417. Se dará razón carpintería café antiguo de San Agustín" (2 de agosto de 1854), "Un matrimonio con una hija de seis años..." (17 de julio de 1854).
Esclavos en fuga
Todo este panorama cerraba su círculo de barbarie en la lógica y consecuente fuga de esclavos. Avisos de este tipo eran muy frecuentes en las páginas de El Comercio, por ejemplo del año 1854, donde se menciona incentivos o gratificaciones (25 pesos) para quienes entregaran a los fugados; se decía sus nombres y apellidos, se daba la filiación, características o defectos físicos de los huidos, así como su vestimenta. Llama la atención la cantidad de niños que se fugaban.
Asimismo, huían esclavos de muy diferentes edades y de muy desiguales particularidades; la fuga se hacía casi a solas o en pequeños grupos, muy rara vez la realizaba un grupo familiar. La mayoría de avisos de El Comercio corresponde a esclavos de Lima, escondidos en palenques.
Por ejemplo: "25 pesos de gratificación se dan a la persona que entregue o dé noticia cierta del paradero de un zambo llamado Francisco de Paula que se fugó de casa de sus amos el viernes 18 del corriente. (...) Su voz es hueca y presenta un carácter humilde o hipócrita; su edad es de 25 a 28 años (...). Es buen cocinero y acostumbra presentarse en las casas particulares, fondas de Lima y Callao y en los buques a pedir este trabajo, diciendo ser libre.
Asimismo acostumbra presentarse a cualquier cuerpo del ejército exponiendo ser licenciado. Sus amos suplican a los señores jefes y oficiales, tengan la bondad de no admitirlo, y si lo tienen, tengan a bien retenerlo. También se advierte que en esta fecha se ha dado parte a la Intendencia (prefectura), para que si llega el caso, se aplique la pena impuesta en los artículos Reglamento de Policía, sobre ocultación y jornales. En esta imprenta se dará razón de sus amos y también se tomarán algunos criados a jornal". El Comercio, Lima, viernes 20 de octubre de 1854.
Testimonios y narraciones de supervivencia en los amarillos papeles de los diarios. Historias olvidadas de quienes en Lima intentaban dejar atrás la barbarie del pasado. Estigmas vivientes, andantes y ocultos entre matorrales. Luchando eternamente por un mundo nuevo. Un nuevo mundo tras la crueldad.

(Identidades Nº 89. Diario El Peruano. 18 de julio de 2005)

Tuesday, October 03, 2006

Desde las orillas de Ritoque


Ciudad Abierta, una experiencia de radical construcción en Chile
La arquitectura por conocer
En una extensión de más de 200 hectáreas ubicada en la playa chilena de Ritoque –entre Valparaíso y Viña del Mar–, Ciudad Abierta se erige como un proyecto “vivo y comunal”, producto de un nuevo concepto de arquitectura y de poesía. Fundada por una pléyade de creadores, es un proyecto de larga data, potente y, a la vez, valiente.

Por: Daniel Contreras M.


I
Estoy en el lugar donde el sentimiento se transforma en construcción. He recorrido a buena velocidad, y hacia el norte, la calurosa y moderna costa chilena ubicada entre Valparaíso y Viña del Mar, hasta llegar a la playa de Ritoque. Un modesto letrero, perdido entre el follaje del camino que dice Corporación Amereida, y una blanca reja electrónica abierta mediante clave son el escueto recibimiento al proyecto artístico más representativo, antiguo y consolidado de América Latina: Ciudad Abierta.
Ideado como un espacio de vida y de trabajo colectivo para poetas, filósofos, escultores, pintores, arquitectos, diseñadores y obreros, su nombre evoca al título de la película Roma, ciudad abierta, de Roberto Rosellini. Pero no estamos ante la ciudad bombardeada, sino ante una urbe ideal, donde en sólo 270 hectáreas se erigen una serie de construcciones en las que el experimento con los materiales y los conceptos poéticos, filosóficos y matemáticos se funden. Ciudad Abierta, para quien la visita, representa a la par una propuesta de sociedad y, a la vez, una propuesta para la sociedad.
En la entrada nos espera Fernando, un arquitecto residente desde hace cuatro años en Ciudad Abierta y el encargado de explicarnos en qué consiste todo esto. “Amereida es un poema épico. Es la reunión de la Eneida de Virgilio con América, una naciente visión del continente en que vivimos, la Eneida de América como modo de re-originar y de destinar a nuestro continente”, sostiene.
II
El propio norte americano
Es inútil: esta época estéril no me retendrá. Mi siglo es para mí un azote. Yo aspiro a los campos verdes de la vida y al cielo del entusiasmo. Friedrich Hölderlin
El origen de Ciudad Abierta como concepto se remonta a la década de 1950. Un grupo de filósofos, arquitectos y poetas, liderados por Alberto Cruz Covarrubias y el vate argentino Godofredo Iommi, llega de Santiago a Viña del Mar (a diez minutos de Ritoque) contratado como profesores de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Valparaíso. Tras decidir generar su espacio propio hacia 1969, adquirió un lote de terrenos anexos al mar. Su apertura se realizó un 20 de marzo, fecha que rememora la muerte del deslumbrado poeta Friedrich Hölderlin.
“En esta relación entre poesía, vida, trabajo y estudio se nos daba todo unido. Y pensamos cómo podíamos continuar ese régimen. En un principio, pensamos en una especie de Bottegga, como las del Renacimiento. De ahí pasamos a la ciudad abierta. Un día surgió esa posibilidad de irnos a vivir a un lugar que manifestara todo esto. Porque en la poesía, en su fondo, indica que existe algo que siempre permanece desconocido. Si pensábamos encontrar nuestro propio lugar, en la búsqueda nos encontraríamos con lo desconocido. Y el que manifiesta poéticamente ese desconocido, para América, es el océano Pacífico. Por eso nos colocamos al borde de él”, responde años después el arquitecto Cruz en una entrevista.
La formación de una cooperativa fue lo primero: Amereida, que luego en 1998 derivó a corporación cultural, con el fin de abrirse a todos los interesados. El proyecto va más allá del círculo de sus fundadores. Asimismo, se producen las ya míticas travesías de Amereida, verdaderas experiencias poéticas y geográficas que llevaron a sus integrantes, por primera vez en 1965, a recorrer el continente desde la Tierra del Fuego a Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, celebrando actos y construyendo pequeñas obras. Desde entonces, año a año, los talleres de Ciudad Abierta realizan nuevas travesías que Fernando comenta entusiasmado.
Amereida, la Eneida de América. “El mundo recién se completó cuando se descubre América”, sostiene nuestro anfitrión, “y la Ciudad Abierta nace no con la visión de América según el Norte y el Sur convenido hoy en día, sino con su propio norte pensado y trazado a partir de una nueva reorientación”. Amereida I y II son también un par de poemas escritos en 1965 que resumen todas estas expectativas, así como las nociones del mar interior que se propone. Amereida I y II han sido fundamentales en la orientación e inspiración de Ciudad Abierta para su búsqueda de la unidad en todo sentido.
III
Gran libertad de imaginación
Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida. César Vallejo
En Ciudad Abierta, los principios de la corporación desde la época primera hasta la actualidad en cierta manera son los mismos: una urbe autogestionaria donde se trata de “cambiar de vida, más no de mundo”. De respetar la naturaleza virgen y de no convertirla en paisaje. De hacer de la docencia y del oficio mismo de la arquitectura una materia abierta a todas las expresiones. Así, este proyecto ha devenido en un real modo de vida, trabajo y estudio para muchas personas. Una aventura que abre nuevos caminos de emancipación para la arquitectura.
Los alumnos de la Universidad de Valparaíso que hayan decidido asistir a Ciudad Abierta participan activamente en su permanente construcción mediante los talleres de obra. Además, cuentan con un laboratorio de prototipos para formular en objetos dichos proyectos. Asimismo, cada miércoles asisten a la asignatura de Cultura del Cuerpo, toda una jornada de ejercicios en una canchita cercana que Fernando nos señala.
Las Ágoras son las primeras obras levantadas en Ciudad Abierta. Luego llegaron los talleres, posteriormente las hospederías, el espacio íntimo, donde se alojan los residentes y sus familias, sean chilenos o extranjeros, estudiantes o profesores. En realidad, la mayor parte proveniente de las escuelas de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Valparaíso.
También se erigieron otros edificios, como la recuperada sala de música, y en la parte alta de la ciudad, diversos espacios públicos, entre ellos el anfiteatro o el extraordinario y bellísimo cementerio en ascensión hacia la montaña. Aquí, el camposanto tradicionalmente concebido rompe todas sus leyes. Su capilla aledaña: mínima construcción compuesta por unos troncos que como postes sostienen largas filas de telas como techo. La cruz, casi invisible por estar hecha de dos finas y largas tiras de madera, nos recuerda y devuelve el sentido religioso que, a la vez, se confronta magníficamente con el poético, porque todo está construido con el lenguaje múltiple de la poesía, de la plástica, el diseño y de la arquitectura. Construcciones simbólicas en un espacio existencial.
Goethe decía que la arquitectura es música congelada. Heidegger que todo arte es, en esencia, poesía. Y es la poesía la encargada de darle forma a las visiones de Amereida y de Ciudad Abierta, configuradas a través de diversos y famosas acciones realizadas desde principios de la década de 1970.
¿Cuál recuerda como especialmente significativa? El interrogado es nuevamente Alberto Cruz en una entrevista. “El de la Plaza de Armas de Santiago. Porque los actos poéticos siempre van revelando el destino de la ciudad y allí le revelaron los terremotos, lo que significaban para la vida de Santiago y la concepción de la ciudad; y cómo la adversidad se puede transformar en lo favorable. Se hizo un juego con unas enormes cartas que hicieron los poetas y las palabras iban formando casi un poema que se ponía en unos lienzos”.

IV
Hasta prontoEl mar se ubica a escasos metros. Los obreros trabajan en los alrededores. Una a una, distanciadas por dunas y pequeños bosques y cerrillos, se levantan las casas construidas y las que se hallan en plena obra, coherentes, atractivas, en un juego de materiales disímiles. Existe en Ritoque un ingenio que reinventa el oficio mediante la experimentación de técnicas arquitectónicas, como las columnas vaciadas en material textil, las casas que flotan sobre un piso de cerdas, las nuevas formas del cemento, del ladrillo, del uso de la luz. Cada edificio es un experimento de libertad, pues su edificación no estaría permitida en otra zona del país.

“Existen innumerables normas a las que las construcciones están sujetas para aprobar las exigencias de los municipios chilenos”, puntualiza Fernando.
Pero las normas también existen aquí. Vivir en Ciudad Abierta, ser socio de la Corporación Amereida, aprender y edificar en Ritoque implica tener un gran nivel de desprendimiento: nadie es dueño de sus obras, cada aporte y construcción que se realice es una donación para el proyecto. Cada habitante crea la ciudad -a la manera de Marcel Duchamp- reutilizando los materiales que tenga a mano en contravención a lo frío y monumental de las grandes ciudades.
Ciudad Abierta es considerada a nivel mundial una reforma académica en la arquitectura latinoamericana, comandada por una nueva propuesta pedagógica y creativa. Uno de los fenómenos culturales más interesantes y observados, en el ámbito sudamericano, a partir de la producción colectiva y organizada.
Ante la complejidad que plantean las ciudades contemporáneas, sobrevive, enfrentando peligros y juegos de presión como los comentados por el anfitrión a la hora de la despedida: “Los resorts aledaños han visto estos terrenos como ideales para sus propósitos”.
Ciudad Abierta, a casi medio siglo de su creación, continúa siendo una visión. Nosotros muy bien la podemos compartir.

(Del suplemento Identidades del diario El Peruano. Edición 103. 6 de marzo, 2006)