Friday, October 13, 2006

Juana Manuela Gorriti: el tacto femenino

Veladas literarias a fines del siglo
Un capítulo casi inadvertido de nuestra historia literaria: los célebres encuentros culturales realizados en el hogar de Juana Manuela Gorriti, escritora argentina radicada en el país por tres décadas.

Por: Daniel Contreras M.

Un edificio blanco e imponente se levanta en el cruce de los jirones Camaná y Ocoña. Para la mayoría es la esquina del movimiento cambiario; para pocos, el lugar donde hace 130 años se ubicó el encuentro de las calles Urrutia y Pilitricas. De ahondar más en aquel pasado sabríamos, inevitablemente, que en el número 188 acontecían, durante algunos miércoles, eventos singulares hasta avanzadas horas de la madrugada.
De estar en 1876, al revisar El Nacional leeríamos una de esas crónicas que cada tanto aparecían redactadas por periodistas que opinaban que lo sucedido allí era el mejor modelo de buena sociedad, las fiestas de la inteligencia. Veladas literarias.
Un singular grupo, oportuno para una instantánea. Ricardo Palma, Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello, Manuel Atanasio Fuentes y Teresa González de Fanning, reunidos junto a otros celebérrimos o desconocidos personajes en una misma habitación, no resulta inverosímil.
Acudían al epicentro de la creación cultural, participando así de su promoción y difusión, su debate en la médula de una ciudad plena de alocadas ilusiones de modernidad y progreso. Un núcleo en crecimiento, que avasallaba a las coloniales y limitantes murallas que lo rodeaban. Fines de la década de 1870.
Muchos artistas y escritores peruanos (e hispanoamericanos) miran hacia el pasado. La corriente romántica –ya desarrollada con radical fuerza en Alemania e Inglaterra y después en el resto de Europa– ha implementado tardíamente parte de su montaje de leitmotivs entre nosotros.

Fuerzas en contacto
El siglo XIX es un período delicado en el aspecto literario. Su achacada pobreza y esterilidad son un preconcepto que flota sobre el escaso estudio de sus fuentes. Su real y más abundante riqueza creativa puede hallarse diseminada en decenas de revistas culturales, que fueron de gran utilidad para la difusión de las letras.
Necesario es mencionar a La Bella Limeña, El Correo del Perú, El Ateneo, La Revista de Lima, La Neblina, Lima Ilustrada y El Perú Ilustrado –este último dirigido durante un año por Clorinda Matto de Turner– o El Álbum y Alborada (comandada por Juana Manuela Gorriti), entre otras que perfilaron con su existencia las características de este período.
En los linderos del siglo XIX, diversas fuerzas se friccionan. Un movimiento femenino surge para hacerse de un espacio, marcando el ámbito cultural y social de la ciudad no sólo mediante las publicaciones aparecidas, sino a través de aquellas reuniones donde los protagonistas del ambiente literario eran partícipes de un hecho puntual en la historia de las letras peruanas y en particular del papel de la mujer en el Perú del siglo XIX, limitado a los ámbitos del hogar.
A diferencia de las feministas de otras latitudes, las mujeres allegadas a este ambiente no centraron su discurso en la igualdad política o en el reclamo de su derecho al voto, en cambio decidieron abrir por ellas mismas las puertas a un nuevo oficio: el de la escritura. Para eso fue necesario engendrar el espacio propicio en el cual exponer sus puntos de vista. Un clima de renovación y fervor patriótico ocasionados por la recién instaurada República y por la paz social reinante, era el ideal. En realidad, estaban en vísperas de la Guerra del Pacífico.

Las tertulias de Juana Manuela
En su realización giró la vida y expectativa de nuestra sociedad cultural. El diario El Nacional da cuenta de que la primera velada literaria en casa de Juana Manuela Gorriti tuvo lugar el 19 de julio de 1876. Éstas se sucederían hasta un año después, cuando la célebre anfitriona regresó a su país natal. Queda, como testimonio, un libro de su autoría que reproduce diversos textos y algunas crónicas de lo allí sucedido: Veladas literarias de Lima. (Buenos Aires, 1892).
Juana Manuela Gorriti Subiria, escritora argentina emigrada de Bolivia –donde vivió por motivos políticos–, nació en 1818 en una hacienda de la ciudad de Salta. Llegó a Lima en 1840, junto a sus hijas Edelmira y Mercedes. Al poco tiempo, ya ocupaba un lugar preeminente en los círculos intelectuales.
Para mantenerse, Gorriti abrió en su casa una escuela primaria y un colegio para las hijas de las familias acomodadas. De fama cimentada como escritora en su país y con varios libros publicados, inició una serie de colaboraciones en semanarios como El Liberal, Iris y La Revista de Lima. A partir de 1876, su actividad principal fue ser anfitriona de las veladas efectuadas en su hogar, de intensa diferencia con las amenas tertulias de años antes. Así como marcada era la diferencia con las reuniones del Club Literario, formadas en su mayoría por intelectuales hombres.
Más fuerzas se conjugan: lo privado y lo público. Una crónica periodística hace paralelo entre las veladas y los salones europeos del siglo XVII y XVIII. Existe un claro contraste: en la Lima del siglo XIX las mujeres plantean los temas y son protagonistas principales de la discusión.
“El debate con sus propios colegas hombres y el desarrollo de la opinión femenina. La constitución de modelos de lectores/as es una práctica en la que las mujeres participan; un campo abierto cuyos efectos es necesario organizar”, puntualiza al respecto Graciela Batticuore en su libro El taller de la escritora. Veladas literarias de Juana Manuela Gorriti. (Beatriz Viterbo Editora, 1999).

Entretelones Abelardo Gamarra, el Tunante, debutó en la velada del 21 de setiembre de 1876 bautizando a nuestro baile costeño con el nombre de marinera. El inventor Pedro Ruiz Gallo presentó en sociedad los planos de su célebre y hoy perdido reloj. La joven Clorinda Matto de Turner fue aplaudida en febrero de 1877.
Otra afamada jornada: Teresa González de Fanning se refiere a la condición de la mujer y afirma “pedir para ella no la emancipación, sino, pura y simplemente, el ejercicio al derecho del trabajo”.
Noche otra, Mercedes Cabello destacó la importancia de la literatura en su rol de forjadora y representante de una fraternidad nacional y latinoamericana. En la casa de Gorriti, las niñas –escritoras debutantes acompañadas de sus madres– compartían con los consagrados.
En diciembre de 2005, la Biblioteca Nacional del Perú presentó la exposición documental Veladas literarias. Lima 1876-1877. Su carácter patriota, republicano, político, formativo, pedagógico, legitimador fue, así, revalorado, dando pie al regreso de aquella extensa literatura dedicada a ese acontecimiento social, y a su organizadora, Juana Manuela Gorriti, un personaje de presencia casi olvidada de nuestra historia. La mujer a quien Palma trataba de tú y que viviera 30 años entre los peruanos.
Fueron estas veladas el escenario para el movimiento de la literatura femenina peruana del siglo XIX. Debido a ellas, las escritoras consiguieron ser escuchadas y acceder a un campo cultural en formación, así como participar de dicho acontecimiento no sólo como objetos, sino, como sujetos.
Las veladas, continuadas después por Clorinda Matto de Turner, se convirtieron en un mecanismo social y político que ayudó a consolidar el discurso de género de las intelectuales de la época. Una estrategia que permitió su ingreso en la vida pública con mucho éxito. El momento dorado del feminismo hispanoamericano.

La cocina ecléctica
Gorriti, tuvo una vida extrema, pero no por ello alejada del ambiente femenino. Vale la pena revisar los libros sobre ella escritos y también los por ella publicados. Como Cocina ecléctica, una extensa recopilación de recetas de cocina. Las dedicadas a la comida peruana, incluyendo platos desaparecidos, son abundantes. Desde sopas teólogas, cuya receta era firmada por Clorinda Matto de Turner, hasta un estofado de corvina, remitido por Mercedes Cabello.
Basta un ejemplo: a continuación, el platillo “Migas”, de Teresa González de Fanning. “En media libra de grasa de chancho se echan a freír menudamente picadas dos grandes cabezas de cebolla, cuatro dientes de ajo molido, una cucharada de pimentón y sal al paladar.
Cuando la cebolla haya tomado color, se echan a esa salsa cinco panes medianos remojados en leche, exprimidos ligeramente, y deshechos, removiendo continuamente para que no se queme.
Cuando haya dado el primer hervor, se le echa media libra de queso fresco picado. Ya todo bien incorporado, y un momento antes de quitar la miga del fuego, se agregan seis yemas de huevo, ligeramente batidas. Se sirve con relieves de aceitunas y trocitos de yuca hervida.”

(de Identidades Nº 98. Diario El Peruano. 5 de diciembre de 2005)

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