Sunday, October 21, 2007

Homenaje al autor de Los 400 golpes

El diario íntimo de Francois T.
Un día como hoy falleció en París. Francois Truffaut, autor de conocidas películas como Los 400 golpes, Jules et Jim y El Último Metro, decía que prefería ver la vida a través de los libros y el cine. Fundador junto a Chabrol, Godard y Rivette de la nouvelle vague, este realizador se ha convertido en una de las figuras indiscutibles de la historia del cine francés y mundial.
Por: Daniel Contreras M.

En sus filmes, los hombres no saben bien lo que quieren. Van un poco a la deriva, coincidiendo en que el amor es una emoción fuerte, pero la vez vaga. Tienen miedo y son más débiles que las mujeres.
Ningún personaje está tan seguro de sí mismo como la Jeanne Moreau de Jules et Jim. Ninguna está tan estúpidamente enamorado como el Jean Paul Belmondo de La sirena del Mississippi. Algunos terminan solos, desaparecidos o desconsolados como los protagonistas de Las dos inglesas y el continente, La Piel Suave o El Cuarto Verde.
Esa inclinación por la fuerza y el dominio que ejercen las mujeres en el cine de Truffaut podría ser respuesta a una infancia dura. Ya había mencionado que ellas, como él, se mostraban sensibles a las desdichas de los niños. Alguna vez mencionó que había tenido una niñez penosa. Y que si no hubiera sido cineasta se habría convertido en profesor. Quizás como el maestro de La Piel Dura.
Francois Truffaut confesó que el lugar que más le gustaba era el campo que aparecía en la película Amanecer de F. W. Murnau. Él prefería esa imagen de la vida, a la vida misma.
Y eso era tan cierto como para decir que las desventuras de Antoine Doinel, el pequeño personaje que encarnó su actor-fetiche Jean-Pierre Leaud en Los 400 golpes, eran las suyas propias.

Crítico severo con las películas que comentaban en Cahiers du Cinema, actor discreto y melancólico, director de historias de amor y de niños, y creador de diálogos sinceros, Truffaut se ha convertido en una figura adorada por miles de cinéfilos.
Se le culpa de haber creado en Los 400 golpes, uno de los finales más bellos e implacables, ese, donde aparece Antoine Doinel corriendo por una avenida hasta que las casas desaparecen y llegamos con él al mar, para mirarnos de frente, sin sonreírnos. (Ver video abajo)

Truffaut por Truffaut

“Yo no muestro gente que nada, esquía, o baila, pues no sé nadar, ni bailar ni esquiar y no entiendo nada de deportes. Entonces, para elegir a mis personajes y procediendo por eliminación, trabajo con lo que queda: las historias de amor y las historias de niños. Un realizador se puede comparar a un capitán de un barco a la deriva. Hago mío ese eslogan bien conocido: las mujeres y los niños primero”.
“La infancia es el mundo que mejor conozco. Me siento mejor con un niño que con un adulto. Las personas están demasiado impresionadas por un papel social para ser verdaderamente sinceras. No puedo tener una conversación con ellos más que cuando hablamos de cine. Con los niños, por el contrario, puedo hablar de todo”.
“A cuantos fastidia la admiración que los jóvenes cinéfilos prestan al cine americano, hay que decirles que se fijen en que las mejores películas de Hollywood están a veces firmadas por el inglés Alfred Hitchcock, el griego Elia Kazan, el danés Sirk, el húngaro Benedek, el italiano Capra, el ruso Milestone, y los vieneses Preminger, Ulmer, Zinnemann, Wilder, Stenberg y Fritz Lang”.
(Revista Oiga, Nº 39. 2 de febrero de 2001)

2 comments:

Miss Vilma said...

Hola, Daniel:
¡Qué buena selección!
Tu artículo acaba de descubrirme a uno de los genios del cine francés.
La panorámica del final de Los 400 golpes es muy poética y con esa música, sencillamente, sorprendente.
Saluditos con felicitaciones incluidas.

SOPHIA POP said...

Delicioso. Y que quede presente lo que él dijo: "El cine, su historia, su pasado y su presente, se aprende en la cinemateca. Sólo se aprende allí. Es un aprendizaje perpetuo. Formo parte de esas gentes que tienen necesidad de volver a ver sin parar las viejas películas, las mudas, las primeras habladas. Paso mi vida en la Cinemateca, salvo cuando estoy ocupado en mi propio rodaje. He venido a vivir a un piso de Trocadero porque está al lado de la Cinemateca."
('Las películas de mi vida', 1976)