Friday, October 12, 2007

Chacovachi, payaso tercermundista

Pasó por Lima y fue un mate de risa

-Dime mi hijito, ¿a tí te gusta vivir en este mundo?
-Si
-Pues ya se te va a pasar. Andá nomás

Para empezar, una larga introducción. Y para acabar también.

Sospecho que la mayoría de limeños estamos al tanto de lo aburrida que es nuestra ciudad. Y los domingos, sobre todo.
Y resulta que cuando Camilo Ariel se queda ciertos domingos para mi alegría, alargando su partida de esas usuales mañanas, agarramos y salimos a montar bicicleta o a jugar a la pelota, llamamos a una amiga, vemos películas en DVD.

Aunque también hacemos lo que simplemente venga. El asunto es ser más rápidos que el aburrimiento.

El domingo de la semana pasada cogimos la bici después del almuerzo y fuimos rumbo al Campo de Marte, donde mira qué sorpresa, había un festival de Circo Urbano. Allí nomás, frente al monumento a los caídos de 1941. La entrada: un alimento no perecible para los damnificados del sur.
Una mirada como mensaje afirmativo y Camilo Ariel y yo corrimos hasta la bodega más cercana y al regresar entregamos al guachi de la puerta dos latas de leche y un kilito de arroz.

Si juntamos a todos los chicos que hacen malabares con clavas, pelotitas, palos ardiendo y saltos temerarios en los semáforos y paraderos de Lima, tendríamos como resultado el caótico espectáculo que Camilo Ariel y yo teníamos ante nosotros.

¡Pero genial! Ese caos era gozoso, pues o bien por tu lado pasaban chicos lanzando cuchillos al aire, o chicas montadas en monopatín, o 5 ilusionistas con pesadas bolas de cristal sobre las manos como si fueran burbujas de jabón: émulos de David Bowie en la ochentosa película Laberinto.


O 50 malabaristas en un desafío peculiar surgido al parecer del tenebroso y barroco submundo de los circos ambulantes: el reto de los gladiadores donde sólo un jugador sobrevive con las clavas girando en el aire.

Hasta aquí todo bien. Fue un gran descubrimiento para un domingo cualquiera en el que no había planes ni trayectos. El sol estaba cayendo. Nos habíamos embutido paletas y hamburguesas y había que correrle otra vez al aburrimiento. A punto de irnos, Camilo Ariel con un pie en el pedal preguntó que qué era lo que la gente más allá estaba rodeando.

De cómo vemos a Chacovachi

-Dime (le muestra un globo) ¿querés que te haga un animalito o una espada?
-Una espada.
-No sé hacer espadas

El vocinglero lo había anunciado para las 8 p.m. pero eran las seis y de pronto en un dos por tres igual seis se formó gran ruedo frente al monumento del escultor Artemio Ocaña.
Era un tal Chacobache. ¿?. Igual pensamos. Pero dos minutos dedicados a fisgonear no eran demasiados.
Y no era Chacobache. Era Chacovachi. Algo tenía ese payaso argentino en medio de unas 50 personas entre adultos jóvenes y niños –que luego se multiplicaron a más de 100– que nos obligó a buscar asiento en alguna curva del círculo humano.

Flaco, alto y de calva ya recorrida, Chacovachi, se presenta únicamente con una maleta, una silla, un triciclo del tamaño de dos zapatos y una bombilla de aire con manguera. El nombre de su espectáculo: “Cuidado, un payaso malo puede arruinar tu vida”.

Con esos elementos, una narizota color carne y el puro talento, este payaso que se llama así mismo tercermundista, ofreció durante casi una hora una de los mejores performances de clown que he podido ver a lo largo de mi existencia en esta pataclaunesca ciudad de Lima.

Durante casi una hora, Chacovachi hizo que hiciéramos olas varias olas mismo estadio, traspasó vestido de monje masón de circo con una larga aguja un globo, hizo figuras mutantes en globillos de fiesta, recurrió al clásico gag de la torta de crema en la cara, sudó, se rompió el poto con la bici, escupió bolas de plástico hacia el cielo, filosofó sobre la vida, se burló de algunos, jodió, cantó y mucho más que no digo para no aguarle la fiesta a quienes lo vean o se lo encuentren a futuro en alguna plaza del mundo.

Con Camilo Ariel nos hemos reído 40 minutos y 10 hemos aplaudido y gritado.


Difusión: 0
Llegamos a casa. Dándole batalla a mi ignorancia busqué en la Internet y resulta que Chacovachi es uno de los payasos callejeros más famosos de América y Europa. Posee una página web donde se cuenta de los países donde ha actuado, de sus inicios en una plaza de Argentina y de cómo es el favorito de dos generaciones en el país del sur.

Es más, Daniel Fernando Cavarozzi, que así se llama, es uno de los precursores de la movida de los malabares, el circo y los espectáculos callejeros allá. Lo que incluso le ha costado muchos enfrentamientos con la policía.

Chacovachi viene de Ingeniero Jacobacci que es un pueblo de Río Negro. Dirige el Circo Vachi o Vachicircus. Es un artista completo y creo que, complejo.

Por eso me apena la escasa difusión que tuvo la presencia de Chacovachi entre nosotros. Ha sido un placer para muy pocos ver el espectáculo suyo.

Es un payaso con magia y el poder suficiente para mantener la expectativa del público durante una hora, que no es poco. Ojalá aún se encuentre en nuestra ciudad y Ud. o yo y Camilo Ariel nuevamente, nos crucemos con Chacovachi en alguna plaza del mundo.

Quien tiene el poder de alegrarnos un domingo en una aburrida ciudad como Lima, tiene el poder que sólo poseen los niños al querernos: también los queremos.



2 comments:

Miss Vilma said...

Hola, Daniel:
No hay nada más entretenido que llevar a los niños a disfrutar del arte.
Lindas vivencias para Camilito.
Solamente una exquisitez: "ti" nunca se tilda y "sí" lleva tilde cuando es afirmación.
Saludos espléndidos

DANIEL said...

Hola Espléndida, gracias por la corrección, tomaré nota de esos orrores mios.
Y tienes razón, completamente de acuerdo contigo, es mejor salir, tomar un buen aire, descubrir, asombrarse. La TV y los videojuegos nada interesante deparan en estos último tiempos.
espléndidamente tuyo
daniel