Sunday, September 23, 2007

El Ojo que llora destruído



Hasta dónde puede llegar la imbecilidad

Completamente asqueado hasta decir ya no más. Desanimado, desesperanzado, amargado, son las primeras sensaciones ante la noticia de la destrucción de El Ojo que llora, obra de la escultora Lika Mutal y monumento ciudadano en homenaje a las víctimas del terrorismo.
¿Hasta dónde puede llegar la estupidez, el barbarismo mental que conlleva una completa ignorancia en el terreno político, social, artístico? Los más humanos de los terrenos. Qué triste, lo único que este grupo de personas -sean simples delincuentes o entes políticamente confundidos- ha demostrado con la destrucción del Ojo que llora(*) es su imbecilidad. Un estado de imbecilidad total y absoluto.
En este sentido, y a riesgo de no equivocarme (piensa mal y acertarás, dice el viejo dicho) debemos estar todos alertas. Hoy más que nunca, que corremos el riesgo de que con un retorno aflore la basura que ya una vez fue desechada simbólicamente por un grupo de artistas y curadores. La misma basura por la que fue necesario lavar la bandera como parte de la lucha por el retorno de la democracia. Todos alertas necesariamente, ya han lanzado las primeras combas, el primer balde de pintura naranja. Una vez más tenemos que quitarnos estas manchas.
(*) ¿Qué es El Ojo que llora?. Es una escultura de piedra de donde brota agua a manera de lágrimas. La piedra representa a la madre tierra (Pachamama) y define el centro de un camino laberíntico que comprende once círculos formados por gruesas bandas de canto rodado. 32 mil piedras conforman en total estos caminos. De ellas, 26 mil llevarán el nombre, la edad y el año de la muerte o desaparición de una víctima de la violencia. El recorrido por el laberinto toma entre 40 a 50 minutos, según el tiempo que el observador tome para detenerse. El momento crucial se produce cuando el caminante llega al centro donde se encuentra la roca central. Esta piedra equivale al centro interior de cada persona. Una vez ahí, las preocupaciones quedan afuera y se produce una confrontación individual sobre la maldad y las consecuencias diversas que ella ocasiona a la sociedad. Luego el visitante emprenderá el camino de regreso.
(Foto: EFE. Vía El Comercio)

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