Por: Daniel Contreras M.
La actual producción artística cusqueña se desarrolla en medio de un gran movimiento cultural, en el que el entusiasmo por el arte se traduce en un panorama de intensa actividad. Pero, como en todo el país, el apoyo e interés que ello genera en los organismos y autoridades concernientes nunca es suficiente para conectar los impulsos latentes que surgen en el territorio nacional. .
Coincidimos con los que sostienen que la creación artística se ha expresado de manera singular en el Cusco, donde es clara la existencia de una gran y permanente inquietud cultural. Pero el ombligo del arte antiguo no es actualmente el centro de nuestro arte.
El legado inca, adosado durante años a una presencia mística-mágico-misteriosa –útil así para los fines del turismo y la inversión–, se tornó en una serie de rezagos que aún respiran tras los golpes provocados por el choque de culturas. Sin embargo, este espíritu, que oscila entre lo palpable y lo "es invisible pero se siente", ha demostrado a lo largo de la historia su capacidad de generar algunas cimas de gran calidad artística.
Y no se podía esperar menos, de una geografía cultural que representa la cohesión de un movimiento artístico proveniente del tiempo de los queros y testigo de la ruptura cultural del imperio que desembocó en la llamada escuela de pintura, o de fotografía, término complicado, pues ¿no son acaso las escuelas las que guardan coherencia en su metodología? ¿Las que presumen de tener objetivos concertados y articulan conceptualmente sus propuestas?
Este bien será tu mal
Un indígena sonriente, con ojotas, sombrero y poncho, toca la quena sentado al pie de Sacsayhuamán. La postal ha sido coloreada a mano con la cálida gama de verdes y celestes que caracteriza a estas imágenes de las décadas de 1940 y 1950, cuando el apetito por culturas exóticas se hizo parte del juego en los países de mayor poder. Ello abonó, en cierta medida, a generar y reforzar esta "entrega" en sumisión al gusto foráneo, que hacía y hace pensar a muchos sobre si el único mensaje visual producido por la ciudad imperial se basaba y sostenía en el indio-centrismo.
Pero en los últimos años una batalla por dejar atrás la pesada carga de ser la principal zona productora de pintura turística y artesanal del país se ha suscitado en las nuevas generaciones. Esta separación no generará dolor ni desgarro, es un sacrificio beneficioso en el que veremos cómo surgen propuestas que permitan al artista cusqueño diferenciarse y pasar del realismo al indigenismo, del expresionismo a lo tipicista, de la abstracción a la instalación y al video arte, etcétera. En este último caso, es importante la labor de las escuelas de arte en el Cusco, que parecen permanecer en el debate central de ¿hacia dónde orientar la educación?, ¿cómo amalgamar lo tradicional con lo contemporáneo?
Desde los inicios del indigenismo con la llegada de José Sabogal al Cusco, hasta las obras de Pedro Camargo, Manuel Gibaja, incluso los lienzos de Francisco González Gamarra, Mariano Fuentes Lira, Agustín Rivero, las producciones de Víctor Zúñiga o de los ganadores de los salones regionales de la fenecida Bienal Nacional de Lima, como Napoleón Rojas, Mario Curasi o Susana Silva, al recientemente formado colectivo Laundry Service, muchos esfuerzos han empedrado el camino sin lograr que la brecha con Lima, la centralista, y con el resto del país, se acorte.
Se sienten pasos
Marco Durand, profesor chileno de la Escuela de Bellas Artes de Lima, labora con frecuencia en diversos talleres de su homologa institución cusqueña. Para él, en una mirada fría, sin nacionalismos, "el movimiento artístico en el Cusco se desarrolla en medio del avasallador ritmo del turismo, que trae consigo un público y una cultura cosmopolita, lo que ha permitido que surjan artistas y estudiantes con una gran capacidad de aprendizaje e interés en comprender el arte contemporáneo y, sobre todo, de renovar el discurso, consiguiendo interesantes propuestas de rescate de la identidad". Al mismo tiempo, advierte que el panorama artístico de creación individual es mínimo, en relación con su población y a lo desarrollada, que es la ciudad.
El problema, agrega Durand, radica en la falta de galerías locales que posean una seria estrategia de acción y orientación, así como en la visible falta de apoyo, aunado esto a lo centralizado en Lima de las actividades de desarrollo y de proyectos de arte.
Somos un país de fronteras interiores. Detrás de la falta de conexión e intercambio cultural en que vivimos, las mismas palabras se escuchan en diferentes lugares: no hay promotores culturales ni recursos ni el suficiente flujo artístico con otras ciudades ni planes de desarrollo, convenios, debates ni educación de calidad.
Para decirlo más claro, el problema es a escala nacional. Si no existe una visión a largo plazo por empezar a superar el asunto, entonces viviremos un futuro cultural muy grave, de detención o retroceso. El acto deleznable de hacer un grafito sobre los muros de piedra no será nada comparado a lo que vendrá. Será el ombligo del mundo, pero no el nuestro.
(Publicado en el suplemento Identidades, Edición N° 81, 21 de Marzo, 2005)
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