El alucinado Barney
Por: Daniel Contreras M.
Si bien su obra en video y fotografía puede ser rastreada desde 1988, es a partir de Cremaster –aquel quinteto de cintas más emparentadas con la escena plástica que cinematográfica– que Matthew Barney se ha convertido en el niño mimado del arte estadounidense. Y por eso hace lo que quiere y lo que su ingente amasijo económico se lo permite.
La producción de Barney (San Francisco, 1967) es prácticamente inédita en Lima. Sin embargo, en un esfuerzo conjunto de diversos organismos, el Centro Cultural de España proyectó por única vez, a lleno total y con decenas de personas sin poder entrar a la sala, Drawing Restraint 9 (2005), su más reciente trabajo.
Efectivamente, Barney hace lo que quiere, incluso, someternos a tres horas de soporífera, aunque limpia, impecable y bella, lección visual.
A bordo de un barco ballenero japonés, Barney y su esposa real, la cantante Bjork –dos occidentales fáunicos– protagonizan una serie de rituales que culminan en una metamorfosis animal. El marco son decenas de referentes mitológicos orientales, así como toda una gama de analogías e influencias en medio de una producción millonaria independiente.
¿Todo parece complejo? Si. ¿Es una pieza entendible? Si. Porque al parecer, no hay nada que entender. El mensaje es pasmosamente sencillo y barrocamente adornado –en el sentido de dar tantas vueltas.
Pero no considero su obra, y en especial esta última, un desperdicio o un ejercicio estéril del arte, como muchos críticos la han catalogado acusando un grave vacío conceptual. Pero tampoco me como el discurso de Barney. Lo consumo más bien como el delirio de un artista en toda su potencia y en su mejor momento. De esta manera siento que no he perdido tres horas de mi vida.
(Publicado en el diario El Peruano, sección cultural, junio de 2006)
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